En esta semana estamos celebrando el centenario de la teoría de la relatividad de Einstein, hemos visto como la amenaza terrorista paraliza Bruselas, Turquía ha derribado un avión ruso, Abengoa entra en concurso de acreedores, Artur Mas ya es el rey de la tragicomedia y Argentina da un giro de timón hacia el liberalismo, en unas elecciones históricas.

Una semana, cuando menos muy interesante, con asuntos realmente trascendentes, aunque unos para bien otros justo para todo lo contrario. En todas las conversaciones, la frase común es la exclamación de ¡cómo está el mundo!, queriendo recoger con ella, la inquietud y perplejidad que provocan, muchos asuntos de los que nos rodean.

Lo que tal vez deba sorprendernos, es que pensemos eso, porque sin duda es reflejo de que sólo prestamos atención a nuestro presente histórico, sin echar la vista hacia otras épocas, muchas de ellas no tan lejanas, que no han sido, ni mucho menos fáciles. Hablamos de Einstein, y no está de más recordar, que cuando presentó la teoría de la relatividad, allá por 1915, el mundo estaba en la primera guerra mundial, a ella le sucedió la segunda, la gran depresión, la guerra civil española y un largo etcétera de acontecimientos complejos y duros, para todas las sociedades de aquellos momentos.

Si nos remontamos a la edad media o antes, desde luego la vida no era mucho más fácil: pestes, esclavitud, hambrunas, epidemias, guerras y más guerras… ¿Quién quiere cambiarse en la actualidad por aquellas épocas? Sin duda hay gente para todo, pero si lo piensan bien, posiblemente nadie querría verse en esos acontecimientos .

Nuestra frustración, derrotismo y pesimismos, en la gran mayoría de los casos encuentran su raíz en una sociedad demasiado acomodada, que ha olvidado que la vida de cada uno y el mundo en general, son complejos, que siempre lo han sido y que las generaciones futuras no lo van a tener más fácil.

Los débiles se han olvidado de todo ello, se abruman con facilidad, abandonan la lucha por la mejora de sus vidas y de la sociedad, e incluso ni siquiera la comienzan, porque supone un gran esfuerzo. Los frutos que se pueden esperar de esa aptitud generalizada, nunca van a ser positivos para nadie.

Una sociedad mejor, un mundo más justo y una vida más próspera y feliz, requieren de mucho esfuerzo, generosidad y tiempo. Conseguirlo no es fácil, pero mantenerlo, resulta muy difícil y agotador. Luchemos en las batallas que podemos ganar, que curiosamente son las que están dentro de nosotros, por no infectarnos con pensamientos destructivos, que nos paralicen. Toda lucha requiere su etapa posterior de descanso, para reponer fuerzas y volver a la lucha diaria.

Todo esto lo podemos aplicar a la economía, las finanzas, la política, la educación etc… De nosotros depende. Vamos a elevarnos por encima de lo que nos atemoriza y atenaza, para encontrar respuestas que nos lleven por caminos más prósperos.