Muchos son los que se sorprenden de que en esta última semana, todos los periódicos económicos hayan dedicados portadas y amplias páginas a hablar del primer caso de contagio de ébola que hemos sufrido en nuestro país. Parece que es más propio de un asunto de interés general y por supuesto de salud, que de economía.

No obstante, cada vez más, los ciudadanos están aprendiendo, que la gran mayoría de las cuestiones, tienen impacto económico, porque suelen estar relacionadas con asuntos financieros, que son los protagonistas de muchos de  nuestros asuntos cotidianos. Si hay dudas sobre la contabilidad de una empresa, los accionistas se asustan, quieren vender por miedo a no recuperar su dinero y cae la cotización. Si unos señores se gastan dinero con unas tarjetas, que a priori no es nada ilegal, se convierte en inmoral si quienes lo han hecho, trabajaban para una entidad que ha quebrado y que hemos tenido que recuperar con dinero público. Posiblemente también haya responsabilidades fiscales, si además no se pagaron los impuestos, pero desde luego, la sociedad ya ha juzgado y condenado a los protagonistas, por inmorales. Quién les iba a decir, que sintiéndose privilegiados por entrar en una rueda del sistema, que tantos beneficios aportaba, esa misma rueda es la que le ha aplastado.

Con el asunto del ébola, la reacción de los mercados ha sido inmediata, para las empresas aerolíneas y relacionadas con el turismo, que a priori son los más perjudicados, como es natural. La imagen general de España no sale bien parada, y si los contagios se convierten en epidemia, además del problema social, el impacto en la economía será inmediato, lo que daría al traste con los presupuestos que el gobierno está preparando para 2015. Teniendo en cuenta, que ya tenemos bastantes amenazas con la precaria situación de las economías de Italia y Francia, lo cierto es que nos supondría un auténtico revés para los avances logrados hasta el momento.

Por todo ello, sería deseable que la situación no se les fuese de las manos, para poder centrarnos en los datos macro, en los cambios estructurales que los países de la Zona Euro deben seguir haciendo, así como del futuro de nuestro sector financiero, que en este mes conocerá los resultados de los test de estrés y que les influirá en la gestión diaria.

La recta final del año está resultando más complicada de lo inicialmente previsto por los analistas. Tras los severos recortes de los mercados en las últimas semanas, tal vez nos encontremos con algún detonante positivo, que devuelva la confianza a unos mercados, que están atemorizados por las incertidumbres que se han instalado sobre las economías para los próximos meses. ¿Cuál puede ser ese detonante? La respuesta es lo complicado, porque por ahora no se atisba nada en el horizonte, de ahí que si sucede será una sorpresa, algo que sabemos es consustancial al comportamiento de los mercados y por tanto no imposible que suceda.