Durante la semana, los datos macroeconómicos del pasado año en España, pueden hacernos olvidar lo que es realmente para el futuro de nuestro país.

La economía ha crecido un 3,2%, el turismo ha batido records y el paro ha bajado al 20,9%, frente al 23,7% del año anterior. Todos estos datos, siendo realmente favorables y consecuencia directa de las reformas de los últimos años, no garantizan nada para el futuro.

Si queremos mirar hacia adelante, que es lo inteligente, para saber qué podemos esperar en el presente año y sucesivos, lo que realmente debemos tener en cuenta es que nuestro país está en mínimos de operaciones corporativas desde 1995, que el déficit de las Comunidades Autónomas está desbocado, superando más del doble de lo previsto en el año 2015 y que la crisis se ha cebado con la innovación en nuestro país.

En la OCDE estamos en gasto en I+D en la mitad de lo que gasta Francia y Alemania, y sólo por encima de Grecia y Polonia. Siempre se ha dicho que la innovación es importante, pero con los cambios tan intensos que está sufriendo en mundo y con un deflación que apunta a crónica para el futuro, las posibilidades de progreso laboral y una economía con crecimiento sostenible en el tiempo, parece más que complicado.

Todo ello al margen de la inestabilidad política, que a todas luces, empeora aún más el pobre escenario que se nos presenta por delante. Conseguir profesionales cualificados y puestos de trabajo para ellos, requiere de esa innovación tan importante como necesaria, además de jóvenes que estén invirtiendo en su futuro, al dedicar más recursos a su formación, no sólo en dinero sino también en tiempo.

Las horas que nuestros jóvenes dedican a su formación integral, sin duda puede ser mejorada en cantidad y calidad, a tenor de la ingente cantidad de horas que dedican a las redes sociales, a los juegos por internet y otras distracciones similares, que aunque necesarias e incluso positivas, el abuso de las mismas, está restando su competitividad futura y por tanto el de nuestra sociedad.

Asistimos a muchas exigencias de bienestar social y de puestos de trabajo de calidad, pero hay pocos discursos que acompañen esas demandas con responsabilidades personales en la dirección mencionada. Nuestra sociedad necesita no sólo regeneración política, sino también de valores y comportamientos sociales, recordando las épocas de trabajo duro y esfuerzo, para progresar en cada familia, como sucedió desde los años 60 a finales de los 90.