Desde el Banco Central Europeo han afirmado esta semana, que la Zona Euro no va a seguir sujetando las economías europeas de forma indefinida, y que a los Gobiernos se les acaba el tiempo para hacer reformas.

Esta afirmación, tiene una enorme trascendencia, para un país como el nuestro, que está sin Gobierno, con unas nuevas elecciones y con una economía, que empieza a resentirse de la situación de inmovilidad en la que nos encontramos. La pregunta obligada es que será de España, si no tenemos Gobierno estable después del 26 de junio o si el que sale es de izquierdas, teniendo en cuenta el complejo panorama político nacional, y la compleja situación de la economía mundial.

La respuesta es imposible de saber de antemano, porque tenemos multitud de variables, donde sólo una de ellas, puede cambiar de forma radical el escenario final. No obstante, lo que si es cierto, es que suceda lo que suceda, ninguno de los escenarios es realmente optimista. Aunque a nivel doméstico todo fuera muy bien, los asuntos internacionales, serían suficientes, para estar en alerta con todo lo relativo a los asuntos económicos de nuestro país.

Como la realidad es que aquí no tenemos un rumbo claro, nos vamos a tener que preparar para lo que venga. Con un sector financiero cargado de problemas, no sólo en España, sino en otros países de nuestro entorno, con un importante endeudamiento público y privado, con un déficit incumplido y con una ciudadanía agotada, el panorama resulta cuando menos, inquietante.

Si nuestros gobernantes no consiguen hacer las reformas estructurales antes de que se acabe el tiempo, es decir, que el BCE cambie de política de tipos negativos a positivos, las consecuencias sobre el futuro económico a medio y largo plazo serán importantes, y el desempleo no se va a reducir de ninguna manera.

Cuanto más duren los tipos en negativo, más dificultades tendrán los bancos españoles para mantenerse a flote. Si aumenta nuestro riesgo político, como sucedió en Grecia el año pasado, nuestra prima de riesgo puede dispararse, así como nuestros costes de financiación y nuestro déficit.

Ante este panorama, en el que la gran mayoría de los ciudadanos sólo tienen su voto,  para que el barco vaya en una dirección u otra, lo cierto es que tendremos que prepararnos para más impuestos, más recortes, más protestas, más comisiones bancarias, más riesgos y más incertidumbres.

Por todo ello, una buena planificación patrimonial, fiscal y financiera, se antoja decisiva para mantener la liquidez y preservar los patrimonios, evitando endeudamientos imprudentes o desequilibrios graves en los patrimonios. Una vez más, la falta de liquidez y los excesivos inmuebles, pueden dar al traste con más de una economía doméstica, como también puede hacerlo el no salir de la órbita bancaria tradicional, con las inversiones o el ahorro particular, para evitar verse impactados por la difícil situación que atraviesa.