Antes de que todo estallase por los aires en 2008, hablar de posibles rescates bancarios era algo similar a pensar que un meteorito acabaría con el planeta tierra y había que establecer un protocolo de actuación, para ese crítico momento. Han bastado cinco años y la crisis financiera más grave que se recuerda, para que todo esté en proceso de reconstrucción.

Resulta intrascendente hablar de la destrucción de buena parte del sistema financiero español, porque cada día, las noticias de los afectados por preferentes bancarias, nos recuerdan las consecuencias del impacto social de muchos errores educativos, así como de conductas ética y moralmente reprobables, dentro del sector financiero español. Podríamos decir que también lo han sido a nivel internacional, pero el impacto social ha sido menor.

Resulta más esclarecedor, pensar lo que nos deparará el futuro sobre estos asuntos. El cambio más trascendente será sin duda, la naturalidad con la que hablaremos de rescates bancarios y de posibles quiebras, sin escandalizarnos, o pensar que a nosotros no nos pasará nunca. La Comisión Europea está trabajando para ultimar la legislación comunitaria, que regulará el proceso de intervención y liquidación de cualquier banco europeo. Al margen de los detalles concretos, lo importante es saber que entrará en vigor el día 1 de enero de 2016, y que hasta los depósitos superiores 100.000 euros podrán verse afectados por las pérdidas. Ni que decir tiene, los accionistas, bonistas etc… que están entre los primeros que podrán verse afectados.

La aceptación de esta realidad conllevará la frustración e inquietud de muchos ahorradores, que se ven en la necesidad de replantearse la relación que mantienen con las entidades financieras. La confianza imprudente de comprar los productos o activos bancarios que se les ofrezcan, sin cuestionarse seriamente la conveniencia o no de hacerlo, se convierte en una obligación, para aquellos que pretendan reducir sus riesgos, a posibles quiebras de entidades financieras.

Por su parte, el sector financiero estará sometido a mayores controles europeos, por lo que sus negocios no serán tan rentables, con la consiguiente pérdida de atractivo para los accionistas. De ahí que dejarán de ser el sector en el que indudablemente había que invertir, como garantía de seguridad y buenos dividendos, como había sucedido hasta el año 2008.

La necesidad que tendrán los ciudadanos de acumular un patrimonio financiero, para complementar la exigua pensión que puedan recibir del Estado, les obligará a aumentar sus conocimientos financieros, así como el seguimiento cercano de sus asuntos financieros, para evitar caer en posibles quiebras o estafas, que podrían ser dramáticas, si se producen en la recta final de su etapa activa, dado que no tendrán margen de maniobra para recuperarse.

Todos estos cambios legales y sociales, fortalecerán las profesiones de asesoramiento financiero independiente, así como a las entidades que ondeen la bandera de la independencia en su relación con el cliente. De esa manera, los profesionales financieros bien formados, honestos y comprometidos con la defensa de los intereses de los inversores, tendrán un gran futuro y llegarán a ser muy numerosos.

Todo esto nos lleva una vez más, a la responsabilidad individual y familiar de formarse adecuadamente, al tiempo que ayudemos en estos asuntos, a las generaciones que vienen detrás, porque se lo debemos.