En las últimas semanas el ruido político ha subido de nivel en nuestro país, tras la sospecha de irregularidades de cobros por parte de algunas personas del Partido del Gobierno. Justo en el momento más inoportuno.

Independientemente de que la información publicada sea falsa o no, eso lo determinará la investigación en marcha, lo cierto es que precisamente nuestro país lo que menos precisa es que se hable de nosotros en esos términos, sobre todo con el intento de desestabilizar el Gobierno, en pleno proceso de reformas decisivas para el futuro de nuestro país, y cuando estamos empezando a ganar la confianza de los inversores internacionales.

La preocupación del mercado financiero es si España podrá seguir con la reformas que tiene en marcha, o se verán retrasadas por la tensión política. A tenor del comportamiento de los mercados en estos últimos días, en los que se ha cubierto la subasta, que el Ibex 35 ha conseguido romper con la racha de recortes y que los presupuestos de Europa para los próximos años seguirán apoyando a España, todo apunta a que nuestra confianza no ha sido dañada gravemente, lo que es una gran noticia.

Ahora que ya nadie habla del rescate de España, si la tormenta política se recrudece y perdemos la confianza de los mercados, para muchos expertos el rescate sería prácticamente inevitable.

Resulta más que comprensible que el pueblo exija responsabilidades de inmediato a los que se puedan ver implicados en actuaciones corruptas, sin esperar a conocer si las acusaciones tienen consistencia, porque su grado de susceptibilidad ya es máximo, con tanto esfuerzo y sacrificio como se le están exigiendo para sacar a la economía de la recesión. Lo que resulta intolerable es que desde la oposición se pida la dimisión del Presidente de forma impulsiva, sin calibrar los daños que ello puede provocar desestabilizando el país, y sin pruebas ni argumentos de peso para pedirlo de forma tan ligera. Este tipo de actuaciones sin que los que las llevan a cabo asuman ningún tipo de responsabilidad por su descaro e irresponsabilidad con una sociedad que está al límite de sus fuerzas, es lo que deteriora la imagen de algunos dirigentes políticos, que de servidores públicos tienen muy poco, pero que están encantados de que llegue final de mes y cobrar su sueldo a costa de aquellos a los que ni protegen ni defienden.

Como afortunadamente el momento no está para despistarse, los que realmente trabajan para sacar este país adelante están afanosamente ocupados en ello, dejando a un lado a los oportunistas, que esperemos que el tiempo los coloque en su sitio y paguen con el descrédito y el rechazo social, su falta de miras e irresponsabilidad.