La situación compleja que están viviendo los mercados financieros desde comienzo de año, están provocando la inevitable comparación con lo sucedido en el año 2008, sobre todo, ante el aumento de la tensión en el sector financiero europeo, en las últimas semanas.

Si bien es cierto, que todos los expertos coinciden al afirmar que los escenarios son muy distintos, no lo es menos, el hecho de encontrarnos ante posibles escenarios, que son realmente imprevisibles e inciertos. No sabemos si la deuda de las empresas petroleras americanas que van a quebrar, serán la nueva versión de las hipotecas subprime. Tampoco sabemos si el mercado de derivados se verá contagiado o el impacto que esto pueda tener en las maltrechas cuentas de los bancos. Tampoco sabemos si los bancos centrales recuperarán la confianza de los inversores, o si las autoridades económicas mundiales tomarán las decisiones correctas, ante los imprevistos que puedan ocasionarse.

Lo que sí sabemos, son las lecciones que debimos aprender en la crisis de 2008, respecto al control del riesgo, para preservar los patrimonios y la buena diversificación, para evitar que mucho ladrillo y poca liquidez, lleve a las familias o empresas a la bancarrota. Casi todo en nuestra vida, al menos en la tierra, se sustenta sobre el frágil sistema financiero mundial. Tras esta afirmación, que se ha hecho patente tras la crisis financiera de 2008, ahora toca aplicar la educación financiera y el sentido común, para tomar decisiones en los asuntos económicos y financieros familiares, o empresariales.

La concentración de riesgos en la órbita de los bancos, es sin duda, la posición más vulnerable para cualquier patrimonio, tal y como lo está demostrando la realidad de los últimos años, el desplome de las cotizaciones de los bancos y las necesidades de capital que tienen en el presente y que tendrán en el futuro.

Aquí resulta conveniente recordar la legislación europea, ya  en vigor, que establece que sólo están protegidos los depósitos hasta 100.000 euros, y que los accionistas, así como buena parte de los bonistas, pueden llegar a perder todos sus ahorros.Cualquier producto estructurado puede quebrar, si lo hace la entidad que lo garantiza. Los fondos de inversión con gestión activa, es decir, con activos financieros como acciones, bonos etc… no quiebran, salvo que lo hagan todos los países o empresas de todo el mundo, que respaldan esos activos. Los fondos de inversión que dependan de grupos bancarios, pueden caer en la tentación de llenarse de activos poco recomendables para los inversores, al asumir más riesgos del propio grupo, de lo que sería conveniente. De ahí la importancia de elegir fondos de inversión gestionados por gestoras internacionales o nacionales independientes, que no dependan de grupos bancarios tradicionales. Durante la crisis de 2008 ya nos demostraron que no quiebran, que se recuperan rápidamente en cuanto se normalizan los mercados, y que las rentabilidades son más que atractivas.

Con tipos de interés negativos, no se puede ganar dinero en el corto plazo, sin riesgos para el patrimonio. Las estrategias deben prepararse a medio y largo plazo, aprovechando las oportunidades y buenos precios, pero preferiblemente, fuera de la órbita de los bancos tradicionales. Finalmente, la prudencia debe llevarnos a tener cuidado con las inversiones inmobiliarias, si requieren de un enorme endeudamiento o suponen perder la mayor parte de la liquidez que se tiene. Algunos siguen pagando las consecuencias de esos errores del pasado, y otros no están exentos de cometerlas en el presente, para pagarlo en un futuro, tal vez no muy lejano, si la economía doméstica vuelve al pasado y las economías mundiales se resienten seriamente.