Soplan aires de cambio, de los que tan necesitados estábamos. El esperado rescate de España ya no es tema de conversación, la prima de riesgo se relaja manteniéndose estable, tenemos alentadores síntomas de una progresiva mejora en el clima económico y las bolsas mundiales suben con fuerza en este comienzo de año.

El arranque del nuevo año no ha podido empezar mejor, en cuanto a cuestiones económicas se refiere. Las subastas del Tesoro  Público siguen cubriéndose con éxito y a tipos más bajos. Las empresas también están notando un aumento de la confianza hacia España, dado que están consiguiendo capital de los inversores internacionales, algo que hasta el momento era impensable. Las limitaciones del pago de intereses por parte de las entidades financieras a los particulares, está recibiendo elogios, dado que eso ayudará a que gradualmente el crédito fluya a la economía. También hemos sabido que España ocupa el quinto lugar de países de Europa en la creación de autónomos, con más de 100.000 nuevos, entre enero y septiembre, para un total de casi tres millones.

Ha llegado la hora de poner en marcha la máquina del progreso, y por ello el mandato claro que todos tenemos es aumentar el riesgo. El espíritu emprendedor que debe caracterizarnos a todos para conseguir nuestro progreso personal y profesional, exige replantearnos nuestra forma de pensar y actuar, en definitiva arriesgarnos a probar cosas nuevas. Aunque nos parezca algo utópico, lo cierto es que es algo que ya está calando y que va dando sus frutos. Por lo que el futuro es más que esperanzador.

Cuando hablamos de cosas nuevas para probar, lo cierto es que son las cosas que siempre funcionaron, que habíamos olvidado, y que sólo requieren adaptarse a los nuevos tiempos pero manteniendo su esencia tradicional. Los pioneros que conquistaron el oeste americano, los ciudadanos de cualquier parte del mundo que se sobreponen a una guerra y consiguen una sociedad más avanzada y próspera etc… Todos esos ejemplos de espíritus luchadores y emprendedores son los que deben guiarnos, sobre los cimientos de unos valores de honestidad, responsabilidad y generosidad, para conseguir dejar un futuro menos dañado a las generaciones que vienen detrás. No olvidemos que los más pequeños aprenden más del ambiente en el que se mueven, que de los conocimientos propiamente dichos. La experiencia que tengan de la sociedad, les marcará como ciudadanos del futuro. Resulta fundamental que respiren un clima de esfuerzo mayoritario y de responsabilidad personal e institucional, si queremos que sean capaces de aportar lo que nuestra sociedad necesita para un futuro próspero a largo plazo.

Las empresas tendrán que arriesgar buscando nuevos mercados y productos, los profesionales de cualquier sector, aspirando a la excelencia en sus tareas, para lo que tendrás que explorar nuevas formas de actuar, los educadores aceptando el reto de formar a los más jóvenes para lo que realmente van a necesitar, siendo los asuntos económicos una prioridad como no lo ha había sido nunca en la historia, los legisladores facilitando las oportunidades que tanto necesita el sector privado, al tiempo que reduce su mastodóntica estructura, los ahorradores tendrán que arriesgar invirtiendo en los mercados de renta variable si quieren obtener rentabilidades los próximos años etc…

Como vemos, se producirá la paradoja de tener que ser arriesgados, para conseguir el progreso y bienestar de nuestra sociedad, rescatando del pasado los valores tradicionales más conservadores, que nos han ayudado a salir de situaciones críticas en otros momentos de la historia.

Un reto apasionante, para el que estamos sobradamente preparados.