La noticia de que lo que generan determinadas actividades ilícitas se incluirá en PIB, a partir de septiembre, así como el terremoto que está provocando la aplicación Uber en el mundo del taxi, están provocando debates muy acalorados, que se mantendrán mucho tiempo y todavía no sabemos cuáles serán sus consecuencias finales.
Con motivo de las elecciones europeas, en nuestro editorial de aquella semana, ya dejábamos claro que Bruselas cada vez tendrá más influencia en la vida de los ciudadanos, de ahí la importancia de aspirar a tener a los mejores políticos allí instalados, defendiendo los intereses de los españoles. Si teníamos dudas, esta semana hemos tenido dos ejemplos más, para que se nos vayan despejando.

La oficina de estadística comunitaria, Eurostat, ha trasladado a los distintos centros de cada país, las nuevas reglas para calcular el PIB. En el caso de España nos acabamos de encontrar, que actividades ilícitas como la prostitución o el tráfico de drogas, se incluirán en el cálculo, lo que según parece, va a provocar que pasemos a crecer en torno al 4,5%, al computarse unos 47.000 millones de euros adicionales.

A todas luces la incongruencia no puede ser mayor. ¿Cómo se pueden computar actividades ilícitas, si no se sabe con certeza lo que realmente generan? ¿Se trata de hacer lícito lo ilícito, por la vía económica y sin debate social? ¿Se les aplicará la ley y por tanto irán a la cárcel quienes afloren la actividad sin que haya cambio la ley?. Lo absurdo de la situación nos llevará a muchos errores en situaciones injustas e irregulares, al tiempo que se da un mensaje poco enriquecedor a una sociedad maltrecha, que lo que menos necesita son ejemplos de que por dinero todo vale. Sin duda el cambio desde el punto de vista estadístico nos beneficia, desde el económico no nos perjudica, pero desde el punto de vista social, todo lo que va a suceder, es más que cuestionable.

La pregunta que muchos se hacen, y con toda la razón, es por qué no se computa la economía sumergida, que es más cuantiosa y de actividades más que lícitas. Nuestras estadísticas serían mucho más favorables y no entraríamos en arenas tan movedizas, como las actividades ilegales. Desafortunadamente, estamos, una vez más, ante una polémica disyuntiva, en la que si el fin justifica los medios, poco hemos aprendido de la reciente crisis.

Por otro lado tenemos a los taxistas y los medios de transporte por carretera, en general, en pie de guerra, con la revolución que internet les ha puesto enfrente, que a todas luces les hace la competencia directa. Bruselas está a favor de dichas iniciativas y ahora tendrán que demostrar, que son capaces de legislar, tanto a nivel comunitario como nacional, para que todos compitan en igualdad de condiciones y que sea, el libre mercado, quien decida qué negocio es más rentable.

La rapidez con la que las nuevas tecnologías, están poniendo patas arriba todo lo que hasta ahora eran negocios consolidados y estables, son un claro ejemplo, de la complejidad de los tiempos en los que vivimos. Nada permanece estable. La adaptación y la flexibilidad no son conceptos, sino armas para la supervivencia, que expulsan de su área de confort, a aquellos que algún día creyeron haberla conseguido y que la conservarían para siempre.