Por mucho que nos empeñemos, cada año, en pensar que podemos disfrutar de un verano tranquilo en los mercados financieros, la realidad nos demuestra que eso no es así.

El verano es la época, en la que la gran mayoría de los ciudadanos disfrutan de sus vacaciones, con independencia de que sean merecidas o no, lo que nos ayuda a posicionarnos psicológicamente en una especie de “modo tranquilo”, con el que pretendemos no ir tan rápido, descansar, hacer cosas distintas, disfrutar de momentos o situaciones que no podemos hacer el resto del año etc… Para conseguirlo, necesitamos que nuestro entorno personal y profesional ayude, lo que en muchos casos se logra siendo previsores y como dirían algunos, trabajándotelo durante el resto del año.

Para quienes desarrollamos nuestra actividad profesional en los mercados financieros, eso es imposible. Al margen de lo que desees o planifiques, el comportamiento de los mercados es imprevisible y todos los cálculos que se hagan, para garantizar unas vacaciones tranquilas, están equivocados desde su inicio. Este año no es una excepción, con un mes de agosto, que ya ha pasado a la historia por tener su particular “lunes negro”, con caídas importantes en los mercados y con esa sensación de pánico, que siempre se reconocen cuando ya han pasado, no cuando se aproximan. La diferencia respecto a otros, es que ahora la protagonista ha sido China.

En estas situaciones de “días negros” en los mercados, los inversores siempre se preguntan si no se pueden prever, encontrándose la misma respuesta, que es “no”. Si se pudiese adelantar su llegada, nunca se producirían, porque sabríamos como evitarlo. Por tanto buscar gurús, adivinos o profesionales de esa índole, en el mercado financiero siempre ha sido imposible, no perdamos el tiempo intentándolo, porque realmente tampoco hacen falta.

Los inversores tienen que ser conscientes de lo complejo que es el mundo y lo imprevisibles que son los mercados financieros, así como lo extremas que suelen ser las reacciones a noticias o escenarios no previstos, inicialmente, por la gran mayoría de los economistas.

Lo importante es marcarse estrategias constantes de diversificación y prudencia, en las carteras de inversión personales, que permitan capear momentos de volatilidad extrema, como la que hemos vivido esta última semana, causando los menores daños. Para ello se debe evitar tomar decisiones de venta, con criterios más emocionales que racionales, y analizar si las nuevas circunstancias, exigen cambios estratégicos o tácticos en sus carteras de inversión.

Hacer todo ese ejercicio de autocontrol y reflexión, sólo se puede hacer, con éxito, si se cuenta con la ayuda profesionales bien formados e informados, además de bien intencionados, que estén al lado de los inversores particulares orientándoles, para tomar las cesiones correctas.

Una vez más saber en quien se puede confiar es crítico. Las circunstancias difíciles son las que ponen al descubierto la diferencia entre unos profesionales y otros en el mercado financiero. Los que presumen de adivinos, suelen ser más oportunistas que buenos profesionales, de ahí que debamos dar más valor a quienes utilizan el rigor del estudio, la reflexión y las conclusiones fundamentadas, para ayudar a los inversores a tomar libremente decisiones. Esos criterios son los que en el largo plazo protegen los patrimonios de los inversores y de su salud, porque les evitarán situaciones traumáticas, que en muchos casos son imposibles de reparar.

La diversificación de activos y gestoras, la cultura financiera y la experiencia, es lo que va ayudando a los inversores, para madurar y con ello soportar mejor las turbulencias de los mercados financieros.

Por tanto se acaba agosto, dejándonos un “lunes negro” y buenas oportunidades, para los inversores que tienen liquidez y buscan rentabilidades atractivas. El reto que tienen, a la vuelta de las vacaciones, es ver cómo pueden sacar provecho de lo que ha pasado.