La primera cita electoral de este decisivo año, se ha saldado con motivos fundados para la esperanza, en la lucha por la supervivencia de Europa. Los holandeses han frenado el populismo de la ultra derecha, pero aún queda un largo camino para recorrer.

A todos los niveles, el mundo está sufriendo una profunda trasformación, que está provocando mucho desconcierto, por la falta de certidumbre sobre el resultado final en el futuro. La falta de confianza en las instituciones, tanto a nivel nacional como supranacional, resulta extremadamente peligroso.

El reto de los dirigentes políticos mundiales, está precisamente en la recuperación de esa confianza por parte de los ciudadanos, sobre todo de los países desarrollados, que son los que más frustrados se sienten, con un sistema que no ha cumplido con las expectativas, que se les habían generado.

En el caso de Europa, los riesgos de autodestrucción provienen de dentro, y no de enemigos externos. De ahí, la gravedad de la situación, y al mismo tiempo la esperanza de que la solución hay que buscarla dentro. Para nadie es ajena esa realidad, por ello habrá que mantener la confianza de que los responsables políticos, serán capaces de encontrar las vías de solución, que permitan mantener los progresos conseguidos desde la segunda guerra mundial, pero con renovadas fuerzas para afrontar los retos de futuro.

La empresa que deberán llevar a cabo es titánica, de incierto resultado final y con décadas por delante para ver los resultados. Lo que resulta indiscutible, es que sin cambios y sin renovación, difícilmente se va a recuperar el prestigio perdido, lo que da alas a los populistas, que buscan la destrucción de los sistemas democráticos, que aunque imperfectos, son la clave de la prosperidad conseguida.

No se trata de romper el sistema establecido, sino de renovarlo y fortalecerlo. Esta misión, en el mundo empresarial, aunque difícil, siempre es más fácil que en el mundo político. El papel de los ciudadanos es imprescindible en dicha tarea, a través de su participación activa. La desafección y el desprecio a las instituciones, desde la crítica destructiva, sólo hará más fácil el camino de la destrucción.

La responsabilidad ciudadana, debe impulsar la responsabilidad institucional, para dar respuesta a los desafíos presentes. El futuro se debe construir con la responsabilidad en la gestión de los asuntos públicos y privados, el rescate de los valores que hacen a una sociedad más sana, como son la productividad basada en el esfuerzo y la eficiencia, la flexibilidad para adaptarnos a los cambios, la generosidad para ayudar a los más desfavorecidos, la solidaridad para con nuestros semejantes y la confianza en el ser humano. Esto último resulta siempre complejo, porque somos más partidarios de la crítica hacia quienes actúan mal, que del halago hacia quienes actúan correctamente.

Hablar de la amenaza que suponen los robots, la inteligencia artificial etc… se produce porque olvidamos la capacidad del ser humano para la supervivencia. A lo largo de la historia de la humanidad, hemos demostrado que somos capaces de lo mejor y lo peor. El éxito de la raza humana pasa por valorar sus capacidades, por encima de todo lo que sea capaz de crear.

Siempre tenemos motivos para la esperanza, lo importante es no perderlos de vista o recuperarlos, para seguir construyendo nuestro presente y futuro.