Acabamos de empezar el año 2013, y como cada año, justo inmediatamente después de tomarnos las uvas de medianoche, comienza la temida cuesta de enero, por las subidas generalizadas de luz, gas, transporte etc… Esto no es noticia, porque siempre es así, tal vez la noticia este año sea que la cuesta tenga menos pendiente que otros años.

Si pensamos en la cuesta de enero de 2012, la pendiente parecía más próxima al Everest que a otra cualquiera. No en vano veníamos de una subida de impuestos a bocajarro por el estrenado gobierno, y con ella la declaración de intenciones de lo que iba a ser todo el año. Esa situación provocó un estado psicológico de pesadumbre, que hizo que la cuesta de enero, y la del resto de los meses del año, haya sido realmente dura. No obstante en este enero, aunque ya nos han advertido que nuestra economía seguirá en recesión, que casi todo sigue igual de complicado, lo cierto es que la percepción de la realidad, para la gran mayoría, es distinta a la que vivimos hace un año exactamente.

Tal vez tenga mucho que ver el hecho de que el ser humano se termina acostumbrando a las situaciones, por duras y complicadas que sean, y desde el punto de vista psicológico el afán de supervivencia busca vías que le permitan aliviarse, para enfrentarse a las amenazas permanentes con garantías de éxito. Posiblemente ya estemos entrenados en el deporte del sufrimiento y así la subida de la cuesta se nos hace más llevadera. Si dejamos a un lado los temas psicológicos, también es cierto que las expectativas de caminar hacia un futuro mejor, empiezan a calar cada vez más.

El respiro del paro en el mes de diciembre, la decisión del Gobierno de que Hacienda pagará las facturas que las administraciones morosas no lleven a cabo en tiempo establecido, eso sí, luego se lo quitarán a ellas de lo que corresponda, las expectativas de que los mercados financieros irán mejor, la constatación de que ya no tenemos demasiadas incertidumbres sobre lo que cada uno tenemos que hacer en nuestra vida para mejorarla, etc…

Todo ello y mucho más, nos hace pensar que las rebajas pueden ser más alegres que el año pasado, lo que ayudará al comercio a tener un alivio en sus menguadas cajas y supondrán una alegría para aquellos que aprovechan para comprar lo que necesitan o algún caprichito, a precios que sus bolsillos y presupuestos se lo puedan permitir.

Esperemos que así sea, porque sería bueno empezar el año con alguna que otra alegría que nos permita recuperar fuerzas y ánimo, para un año que requerirá de mucho trabajo y esfuerzo por nuestra parte.