La realidad de los datos macroeconómicos apenas tiene seguimiento en las conversaciones de café y por tanto, para la gran mayoría de los ciudadanos. Deberíamos preguntarnos lo que ello significa o puede significar.

La salida de la recesión, la creación de más de 400.000 empleos, la mejora del consumo, el crecimiento sostenido etc… Todos estos datos macro avalan el discurso del Gobierno, que cuando llegó al poder, se encontró con un país que estaba más cerca de ser intervenido, que de llegar a ser admirado por sus socios europeos, como está siendo el caso.

Si todo eso son verdades irrefutables, desde el punto de vista económico, ¿ por qué en la calle cuesta tanto reconocerlo?. La respuesta a esa pregunta debería darla cada ciudadano, pero vamos a intentar hacer varias suposiciones, que reúnan la gran mayoría de las posibles respuestas. A mi modo de entender, a los españoles, en general, no tengo claro si es lo mismo en el resto del mundo, les cuesta mucho admitir, públicamente, las mejoras económicas, tanto personales como sociales. Tal vez sea fruto de la educación que siempre recibimos, en la que hablar de dinero era de mala educación, o reflejo de una vanidad reprochable. Bien es cierto que presumir desmesuradamente, con la intención de abrumar a los demás, es un síntoma de superficialidad poco edificante, pero no lo es menos, que la falsa humildad o negar la realidad económica, personal o colectiva, es una forma de soberbia, tan reprobable como la anterior.

Nuestra realidad económica será la que sea, lo importante es que sea fruto del esfuerzo y la honestidad, que lo llevemos con humilde realismo y que seamos generosos, compartiendo con los demás, lo que tengamos, sea mayor o menor en su cuantía. Evitar las comparaciones con otras personas o con otros países, también ayudará mucho, porque cada uno tiene su propia historia. Lo que debemos intentar es mejorar nuestras vidas, desde el punto de vista económico, al igual que en lo personal o espiritual, pero no a costa de cualquier cosa, siendo más el fruto de buscar la excelencia personal en nuestros trabajos, que los deseos de aumentar el valor de nuestras posesiones.

Otra razón puede que sea el hecho de que los asuntos económicos parecen propiedad y coto de la clase política. Todas las ideologías hablan de ella, para afirmar que son los mejores en esas cuestiones, aunque estén arruinando a los ciudadanos. Esa luchas enfrentadas, que enmascaran tantas mentiras, posiblemente hacen desconfiar a los ciudadanos, porque su cultura financiera, muy pobre en la gran mayoría de los caso,  no les permite pensar por ellos mismos, para detectar las mentiras o falsedades flagrantes.

Para muchos, el quejarse es un deporte habitual, de ahí que ello les impida reconocer cualquier atisbo de mejora en sus propias vidas o en el entorno en el que se mueven. Ese juego de trampas al solitario, más generalizado de lo que nos parece, resulta poco edificante, porque no deja de ser una situación falsa, que debería ser reconducida con una buena dosis de generosidad y humildad. Que toda situación es mejorable no lo duda nadie, pero de bien nacidos es ser agradecidos, lo que nos debería obligar a reconocer cualquier pequeña mejora. Ya saben eso de la botella medio llena o medio vacía.

Finalmente, muchas personas todavía no han notado en sus vidas la mejora de la situación económica, para ellos hay que sugerirles que analicen si es algo temporal, y por tanto les llegará, o si por el contrario es fruto de su actitud pasiva, negativa y destructiva, por lo que deberán cambiarla radicalmente, si esperan que algo bueno pueda llegarles. El entorno es muy favorable para los que sepan aprovecharlo.