España siempre se ha caracterizado por grandes gestas y grandes derrotas. Esto lo podemos aplicar a nuestra historia política, deportiva y económica. Que somos capaces de lo mejor y lo peor, ya no es una novedad, como tampoco lo es el hecho de que somos nuestro mejor aliado y nuestro peor enemigo.

En nuestra historia hemos visto la pobreza extrema y el hecho de que en nuestros territorios no se pusiese el sol, por lo vastos que eran. Hemos sufrido una guerra civil y supimos hacer una transición democrática ejemplar. Nuestros deportistas han conquistado todo tipo de títulos y han realizado enormes gestas, como también hemos perdido la copa del mundo más codiciada, la del futbol, como deporte universal de masas.

Cuando se formó el selecto club del euro, pocos apostaban por España, para formar parte por méritos propios, y lo conseguimos. La crisis financiera más grave de este siglo, y con pocos precedentes en el siglo pasado, amenazó a nuestro país con llevarnos a los infiernos de la intervención y el ostracismo económico. Los datos que hemos conocido esta semana, confirman lo que ya en Europa se comentaba, desde que el año pasado, cuando nuestra economía salió de la recesión, antes de lo previsto. España lo ha vuelto a conseguir. Somos el asombro de nuestros vecinos, con la velocidad a la que estamos consiguiendo recuperarnos, tras la desolación que dejó la crisis, al llegar a tener un paro superior al 26%.

Nadie es ajeno a la alegría que supone, el hecho de constatar que, por fin, empezamos a generar empleo. La reforma laborar empieza a recibir más elogios que críticas, así como las reformas que ha impuesto el Gobierno y los enormes sacrificios de los ciudadanos. El gran mérito de la realidad económica sin duda está, en el hecho de conseguir generar empleo, con un crecimiento de la economía tan bajo. Por tanto, si las previsiones de crecimiento al alza se confirman, eso sería una garantía de que los datos de empleo no serán flor de un día, sino un cambio de tendencia, que nuestros ciudadanos se han ganado, a base de tenacidad, esfuerzo y paciencia.

A partir de este momento, incluso los que no han aportado nada, con sus críticas destructivas e incluso con sus actuaciones oportunistas, se querrán apuntar méritos y van a tener muy complicado, el seguir argumentando que necesitamos cambios, porque íbamos en la dirección equivocada. Posiblemente seguirán con ese discurso, para los que no puedan subirse al carro de la recuperación en un primer momento, pero lo fundamental es que cada día sean más las personas que consiguen encontrar trabajo y ver recompensados sus esfuerzos por adaptarse a los nuevos tiempos, sin perder el rumbo ni despistarse con los cantos de sirena, de aquellos que utilizan las quejas estériles, como camino para conseguir el bienestar social.

Los datos y las perspectivas no pueden ser mejores. No obstante, ahora más que nunca se impone la prudencia. Nuestro mayor enemigo es nuestra complacencia y la búsqueda de un área de confort, que nos permita creer que hemos llegado a la meta. En ese punto es cuando nos olvidamos de lo que realmente nos hace admirables, como pueblo que renace de las cenizas, cuan ave fénix, que es nuestra capacidad de sacrificio y trabajo, que saca a la luz nuestro talento para las grandes gestas, que sin duda ha sido nuestra seña de identidad, durante siglos.

Nuestro país debe seguir por la senda de las reformas, el trabajo y el sacrificio. Las amenazas se pueden hacer realidad,  si un posible menor crecimiento mundial nos afecta y que nos hace retroceder, tanto más, cuanto mayor sea nuestra relajación. No olvidemos que nada volverá a ser como antes de la crisis, que la iniciativa de las nuevas generaciones se debe combinar con la experiencia de la generación que está pasando el testigo, y que el respeto, así como la admiración mutuas, es fundamental para sacar el mayor provecho posible, a los nuevos tiempos.

El reto más complejo que aún tenemos, es conseguir sentirnos un pueblo unido, con las particularidades de cada territorio, pero empujando todos en la misma dirección. Todo avance en esa dirección, dejará fuera los discursos independentistas, que causan más perjuicios que beneficios, para todas las partes implicadas. Serían deseables los acuerdos transparentes y generosos, dentro del marco de la legalidad vigente, para conseguir una mayor prosperidad para todos los españoles

Sigamos soñando, porque la situación de nuestra economía nos habría parecido un feliz sueño hace cuatro años, y hoy es una realidad incuestionable.