Cuando hablamos de presupuestos, los más famosos y que más titulares de prensa ocupan, sin duda son los Presupuestos Generales del Estado, en este caso para 2015. A casi nadie se le escapa la importancia de los mismos y menos, desde que estuvimos a punto de ser intervenidos, no hace tanto.

En la época de Rodriguez Zapatero, con Solbes o Salgado,  liderando las finanzas públicas, los presupuestos se aprobaban en los últimos días del año, porque nadie sabía ni como presentarlos. Las estimaciones de crecimiento sobre las que se realizaba, eran completamente erróneas, y por ello todos sabían que no se cumplirían. Se trataba de presentar unas cuentas, fuese como fuese, y sin ninguna credibilidad, pensando que no tenía importancia. Con nuestros gastos desbocados y con un déficit insostenible, llegaron los recortes y la obligación de ajustar los presupuestos a las exigencias de Bruselas, para cumplir con unos niveles de déficit aceptables.

Con esa ardua tarea se encontró Luis de Guindos, que sin hacerse trampas al solitario, tuvo que embridar las cuentas, ajustarlas a la realidad y evitar el ser intervenidos. Varios ejercicios después, con una economía que crece y que ha salido de la zona de riesgo, elaborar los presupuestos, resulta una tarea menos frustrante y algo más satisfactoria. En 2015, el Gobierno estima que nuestra economía crecerá en torno al 2%, y que el paro bajará al 22,2%. A ello debemos añadir, que nuestra prima de riesgo ha bajado exponencialmente, y que seguirá la senda bajista, por lo que los gastos, tendrán una reducción significativa al pagar menos impuestos y tener menos desempleados recibiendo prestaciones. Además tenemos que sumar unos 2.000 millones que el Gobierno podrá disponer, por la nueva fórmula de calcular el PIB, incluyendo actividades como la prostitución o las drogas.

Lo deseable con la nueva situación es que bajen más los impuestos, de lo ya anunciado, dado que tienen un impacto directo en la mejora de la economía, algo que está por ver si hace el Gobierno, dado que 2015 es año de elecciones, y el gasto siempre ha gustado a todas las Administraciones públicas. Esperemos que también se sigan realizando las reformas estructurales que necesitamos, para consolidar el crecimiento, como demanda el presidente del Banco Central Europeo, porque sin duda estamos en una situación muy privilegiada, respecto a países como Francia o Italia, y deberíamos aprovecharla. En los presupuestos para el año próximo, sabemos que se congelarán de nuevo los salarios de los empleados públicos, en lo que será su quinto año consecutivo, aunque se les devolverá una cuarta parte de la paga extraordinaria, que no se les abonó en 2012. Los pensionistas, verán subir sus pensiones un 0,25%, cumpliendo con ello el Gobierno, el compromiso asumido, con dicho colectivo.

Al margen del Estado, sería conveniente que las familias fuesen preparando también su presupuesto para 2015. Si algo hemos debido aprender de esta crisis, sin duda es que sin un presupuesto realista y con vocación de cumplirlo, la posibilidad de que una familia vaya a la bancarrota es más que posible. Los asuntos financieros nunca han sido fáciles, y por ello es fundamental equilibrar los ingresos con los gastos, cada año. En esos números sería deseable contar con una parte de ahorro, que permita adquirir un hábito olvidado en los años de vino y rosas, lo que ha provocado situaciones dramáticas, que habría que evitar para el futuro.

Las empresas también deberán hacer sus números para el año próximo, dónde una economía que crece, así como un aumento del consumo, debería ayudarles a que sus cuentas puedan ser favorables. Sin duda, los ajustes y reestructuraciones, de años anteriores, deberían también ayudarles, así como una mayor accesibilidad al crédito, que esperamos vaya repuntando gradualmente.

Afortunadamente, la esperanza de un 2015 mejor, en líneas generales, es un gran alivio para todos los presupuestos. Esperemos que se cumplan.