El argot científico contiene una máxima que dice: “ el mundo tiende al caos y hay que gastar mucha energía para poner orden”. Que esto se ajusta a una realidad palpable en el mundo en general y en nuestras vidas en concreto, no tiene lugar a la refutación.
La cuestión como individuos y como sociedad, a la que tenemos que enfrentarnos, es cuanta voluntad y energía, estamos dispuestos a poner por nuestra parte para conseguirlo. Cuanto mayor sea la voluntad y la energía, menor será el caos y mayor será el orden. A la inversa, cuanto menor voluntad y energía, mayor caos y menor orden. Los desequilibrios hay que revertirlos en equilibrios.
Los tiempos actuales que nos han tocado vivir, realmente son un claro ejemplo de todo ello. Que el caos, el mal y la destrucción se apoderen de una sociedad y de la vida de una persona, sólo necesitan que nos dejemos llevar por nuestros instintos más básicos y nuestros pecados capitales. Hacerlo no nos supondrá ningún esfuerzo y los resultados supondrán daños generalizados, para quien lo provoca y para los que están bajo su responsabilidad o alrededor. No importa que hablemos de política, empresa o vida privada, la receta es la misma para todos los ámbitos de la vida.
Esto forma parte de como se gestionan nuestras vidas y la sociedad en la que nos ha tocado vivir.
En las situaciones de caos siempre se producen daños, que en muchos casos son irreparables. Ante las situaciones que nos rodean, toca analizar que parte de responsabilidad tenemos en lo que sucede, y si es un entorno amenazante, en el que no se tiene capacidad inmediata para cambiarlo, sólo nos queda acotar los daños y protegernos.
Cuando las amenazas se ciernen sobre los patrimonios individuales, como es el caso, concretados en mayores impuestos, más inflación, riesgos país y mayores gastos, la planificación patrimonial, resulta imprescindible para protegerlos.
Lo habitual es que los patrimonios estén desequilibrados, entre lo que hay en activos ilíquidos, los que no se pueden hacer efectivo de inmediato, y los líquidos, los que se pueden hacer efectivo de inmediato. Las quiebras empresariales y familiares tras la crisis financiera de 2008, tenían como base esos desequilibrios. Demasiado patrimonio ilíquido e insuficiente efectivo para hacer frente a los gastos corrientes, impuestos etc.
Los tiempos que se nos avecinan, van a exigir patrimonios bien equilibrados, que permitan sortear las amenazas y cubrir las necesidades individuales. Una población que va aumentando exponencialmente de edad, exigen unos patrimonios con mayor proporción de activos líquidos, frente al os ilíquidos, entiéndase más dinero y menos inmuebles o empresas.
Llegados a este punto, el error sería tener esa liquidez en depósitos bancarios, que nunca superan la inflación a lo largo de los años, que suponen una mayor pago de impuestos que otras alternativas y que además tienen riesgo país, tal y como va la deriva de España, al estar en manos de los bancos y ser propiedad de ellos, a través de los contratos de depósito firmados por sus clientes, que les despojan de la propiedad de su dinero.
La voluntad y la energía de los que quieran evitar esa situación de riesgo y el caos que les puede provocar, les llevará a explorar las alternativas que eligen los que están protegiendo sus patrimonios contra todas las amenazas que les acosan. Planificación patrimonial, asesoramiento y gestión internacional son las herramientas para preservar y proteger los patrimonios.