Antes de que comenzase esta crisis, la gran mayoría de los ciudadanos querían ser funcionarios o políticos, empujados por las políticas de los distintos gobiernos y las bondades que ambos caminos aportaban, a quienes lo hacían.

Tras décadas alimentando esa mentalidad en la sociedad, incluso desde las propias familias, buscando “ el bien” de sus hijos, ahora lo políticamente correcto, es hablar de ser emprendedores y de inocular ese espíritu en los ciudadanos, de forma inmediata. ¿Qué ha sucedido para que en el discurso político, se haya dado este giro de 180 grados?. Lo que ha sucedido es que esta crisis ha puesto de manifiesto, el error en el que estaban instalados la gran mayoría de los ciudadanos, con buena parte de la clase política en cabeza. ¿Hasta cuándo pensábamos que iba a durar el engaño?.

Ya saben la famosa y certera frase del presidente americano Abrahan Lincoln, cuando decía: “Puedes engañar a todo el mundo algún tiempo. Puedes engañar a algunos todo el tiempo. Pero no puedes engañar a todo el mundo todo el tiempo”. Una sociedad sin cultura financiera, que jamás estudió ni los principios básicos de la economía, para generar y gestionar de forma eficiente sus propios recursos, recibiendo prebendas con el dinero público y lecciones poco edificantes, para considerar que el Estado era “el papá” que nos protegería de todo, o que banca sería “la mamá” que cuidaría de nuestros intereses económicos, sólo podía encontrarse con el panorama desolador al que hemos llegado. Era cuestión de tiempo. Las mentiras nunca permanecen ocultas para siempre.

En la actualidad, la desesperación de muchos gobernantes es de tal magnitud, que buscan desesperadamente que los emprendedores les saquen cuanto antes, del atolladero en el que se ha metido la sociedad. El empeño es loable y el objetivo acertado. Lo que no lo es tanto, es pensar que los emprendedores nacen y tienen éxito de forma inmediata. Llegar a tener una masa de emprendedores en la sociedad, que ayuden a generar empleo con el éxito de sus negocios, o que sean más productivos en sus puestos de trabajo, lleva mucho tiempo y requiere de una estrategia educativa correcta, desde tempranas edades.

Quienes se lancen al mundo emprendedor, sin experiencia, ni preparación, sólo empujados por su desesperación personal o por la presión social y política, tienen un alto porcentaje de probabilidades de fracaso. Con el espíritu emprendedor nacemos todos. Sólo hay que observar a los niños, con su capacidad e ilusión por conocer lo que les rodea, mejorarlo, explorar nuevos caminos y disfrutar haciéndolo. Cuando crecen, muchos de ellos lo pierden, por la presión social, por el miedo al fracaso, o por estar más preocupados de los beneficios que van a obtener con su creatividad, que en la satisfacción de mejorar algo, en nuestro entorno o en nuestra sociedad.

El futuro sin duda es prometedor, porque la gran mayoría de los jóvenes saben que trabajo para toda la vida y fijo, no va a ser una opción fácil de conseguir, lo que les animará a desarrollar su talento personal y su espíritu emprendedor, al tiempo que se encontrarán una sociedad que les ayudará en ese empeño. Para los niños, será todavía más fácil. Acostumbro a calificarlos como “los niños de la crisis”. Viven en ese ambiente social cada día, lo que va generando en ellos un espíritu más luchador, sin darse cuenta, porque perciben que su futuro será muy complejo. Me atrevo a decir, que incluso están en una posición más favorable que los jóvenes, porque tendrán más tiempo para formarse, vivirán en una sociedad con más responsabilidad individual y además no vendrán con vicios ocultos, como podría ser el exceso de confianza, en que sin esfuerzo podrán tener prosperidad en el futuro.

En fin, que la mentira en la que gran parte de la sociedad vivía instalada, ha dado paso a la verdad de un futuro complejo, lleno de retos y apto sólo para luchadores, que no tiene nada de nuevo, porque todos sabemos que eso es la vida, cuando la experiencia de los años nos lo va demostrando, sin que quede lugar para la duda. Por tanto, ayudemos a que nuestro espíritu emprendedor se fortalezca, y que aquellos que lo ponen en práctica, no caigan por el precipicio del desánimo, la frustración o el fracaso. Sin duda es un gran reto de la sociedad, para el que ya estamos sobradamente preparados.