Las finanzas y los incendios tienen en común, que son de los que más daños causan, tanto a las personas como a la materia que nos rodea, quemando todo lo que encuentran a su paso, sobre todo, cuando se descontrolan.

Siempre se ha dicho que los profesionales que trabajan en los asuntos financieros, son los que más se queman, y antes se van del mercado laboral, como consecuencia de ello. Para quienes trabajen en otros campos, tal vez resulte extraño de entender, dado que no hay un trabajo físico que lo justifique, ni a priori, una peligrosidad en el ejercicio de la actividad. No obstante, una pequeña reflexión, puede ayudarnos a entender esa afirmación.

Cuando hablamos de asuntos financieros, entramos en el mundo del poder, con mayúsculas. De todos es sabido que, desafortunadamente, quien realmente mueve el mundo es el dinero, aunque lo importante de nuestras vidas lo mueve el amor. No hace falta repasar, lo que son capaces de hacer las personas, los países, las empresas, las organizaciones o las instituciones, por dinero. Lo que originariamente fue un invento para facilitar las transacciones entre las personas, con el paso de los años y siglos, el uso que se hace de él, así como el medio por el que se obtiene, ha determinado y lo sigue haciendo cada día, si estamos antes personas honestas o deshonestas.

Las sociedades tienen una obsesión casi enfermiza, de conseguir prosperidad económica a toda costa, lo que genera un grado de ansiedad generalizada, tanto más, cuanto mayor sea el contacto con los asuntos económicos. De hecho, incluso en las propias familias, los asuntos financieros no son los más agradables de tratar ni de hablar. La razón, posiblemente la encontremos en que para hacerlo con garantías de éxito, hay que tener una buena dosis de conocimientos y cultura financiera, además de unos valores ético y morales muy consistentes, que ayuden a tomar las decisiones correctas. Por tanto, la responsabilidad y la presión a la que se ven sometidas las personas que tratan los asuntos financieros, son los que provocan que se quemen antes que otros, lo que les obliga, en muchos casos, a cambiar de trabajo o jubilarse antes que en otras actividades.

Ahora que estamos en año de elecciones, ya se habla de que tenemos a dos ministros que no van a repetir, que casualmente son el de economía y el de hacienda. Por motivos distintos, pero ambos relacionados directamente con los asuntos económicos.Independientemente de quienes ganen en las citas electorales, sus grandes retos serán enderezar las cuentas de varias Comunidades Autónomas, que se teme han inventado sus ingresos, ayuntamientos que han cobrado impuestos de bienes inmuebles indebidos y un país en general, que sigue necesitando reformas importantes, para que lo conseguido hasta el momento, no sea flor de un día.

Para todos estos retos, necesitamos personas que no teman enfrentarse a los asuntos financieros, que sean intachables desde el punto de vista ético o moral y que no les importe quemarse, con tal de hacer y conseguir el bien común. A los servidores de lo público, es lo menos que se les puede pedir. Al sector privado, aunque sería deseable, es más complicado, de ahí que la responsabilidad económica y financiera de cada familia, depende de ellos mismos, evitando endeudarse más de lo que pueden pagar, entendiendo que el ahorro es básico para el futuro y que generar rentabilidad a ese ahorro, necesitará de su dedicación y de no equivocarse a la hora de elegir en quien deben confiar. Con ello conseguirán evitar quemarse ellos mismos, así como las finanzas de la familia, algo fundamental para el futuro.