Una sociedad como la española, con casi un 26% de paro, está obligada a realizar reivindicaciones laborales y a reflexionar, muy seriamente, sobre las razones que le han llevado a tan dramática situación, así como las actuaciones individuales y conjuntas, que deberán revertir la situación.
El punto de partida sería recordar, que hemos pasado de tener un paro en torno al 8% hasta el 26%, en un período de unos siete años. La gravedad de todo lo sucedido y la complejidad para encontrar soluciones eficaces, hacen pensar que se necesitará  el doble de tiempo, para que veamos reducirse sustancialmente los niveles actuales de paro.

Las reivindicaciones sindicales propias de cada comienzos del mes de mayo, deben invitarnos a todos a realizar una reflexión pragmática y desapasionada, sobre lo que cada uno podemos aportar, para resolver el que sin duda es el gran desafío, para nuestra sociedad en los próximos años. Las ideologías de enfrentamiento feroz entre los trabajadores y el capital, que nacieron con la revolución industrial y sus defectos, se han ido debilitando a lo largo de las décadas, hasta traernos a la época actual, que exige  una reinvención de las relaciones entre los aparatos sindicales y empresariales. Las luchas encarnizadas, ya no tienen cabida en nuestra sociedad.

La cultura del pelotazo y la corrupción, debe ser sustituida por la de la responsabilidad, la productividad, el esfuerzo, la preparación, la solidaridad, la generación de riqueza con honestidad, así como la colaboración y generosidad, entre organizaciones sociales, gobiernos y ciudadanos.  Las exigencias reivindicativas de poco servirán, si al mismo tiempo no se mencionan los deberes inherentes a cada uno de los derechos, que como ciudadanos tenemos.

Nuestra sociedad ha pasado de estar acomodada a sentirse frustrada, porque de pronto se han desmoronado los cimientos de barro sobre los que estaba construida, y ahora toca volver a reconstruirla, a poder ser sobre roca, pensando en las generaciones futuras. Cuando los actores que deben llevar a cabo la renovación ideológica para producirse el cambio, son los mismos que nos han traído hasta el lugar en el que nos encontramos, parece difícil que se haga en un espacio corto de tiempo. El relevo generacional, es un imperativo que garantizará nuevas formas de actuar y pensar, más acordes con las exigencias del futuro. Lo que no está tan claro es que los que deben dejar paso, lo hagan de forma generosa e inmediata, quedando sólo aquellos que puedan aportar valores y experiencias, que ayuden a la reconstrucción.

El sector público no será el motor que genere empleo de forma masiva, sino que tendrá que ser el sector privado el que madure y se fortalezca. Para conseguirlo es preciso que se produzcan cambios educativos, no sólo desde los colegios, sino en todos los poros de la sociedad, rescatando los conocimientos de las humanidades, y poniendo coto a las nuevas tecnologías, para que sean “nuestro siervo” y no “nuestro señor”. La dependencia que están generando, sin duda, es un auténtico desafío en esta revolución que nuestras sociedades están viviendo, dónde sabemos que ha empezado, pero no sabemos hasta dónde llegarán sus consecuencias. Sin duda es un momento histórico que puede fortalecernos enormemente, si somos capaces de resurgir de las cenizas, sin atajos ni engaños.

A estas alturas todos y cada uno de nosotros sabemos lo que debemos hacer. El Gobierno sabe que debe seguir reformando y quemándose ante lo impopular de las medidas, las organizaciones sindicales y empresariales deben purgar sus culpas y reinventarse, mientras que los ciudadanos deben olvidarse de tiempos pasados, centrándose en el esfuerzo continuo, para garantizarse un futuro. Nada de lo que se debe hacer será fácil para nadie, pero ¿ quien ha dicho que lo bueno se consigue sin esfuerzo?. Quien lo haya dicho mentía y la realidad le ha dejado en evidencia.