El hecho de que el Tribunal de Justicia de la Unión Europea haya declarado ilegal el céntimo sanitario, tiene un impacto doblemente negativo, al acusar a nuestro país de que se actuó de mala fe, por no tener en cuenta las múltiples advertencias que se le hicieron, de que no se ajustaba a la legalidad.

¿Recuperarán los ciudadanos los más de 13.000 millones de euros que se les han cobrado indebidamente entre 2002 y 2012?. La respuesta tajante es que no. Una parte de los afectados sólo podrán reclamar lo pagado entre marzo de 2010 y 31 de diciembre de 2012, por haber prescrito todo anterior. Solo los que hayan iniciado las reclamaciones en los primeros cuatro años, en los que se empezó a aplicar y que guarden facturas desde entonces, podrán recuperarlo todo, el resto sólo una parte o nada. Se estima que serán unos 4.000 millones los que habrá que devolver. Todavía no se sabe quién los va a poner, porque aunque han sido las CCAA las que lo han recaudado, estás quieren que sea el Estado el que lo abone. En cualquier caso, los trámites burocráticos se espera que sean farragosos y largos, lo que les ayudará a ganar tiempo, para decidir de dónde saldrá el dinero.

Lo más grave de esta situación es que no un caso esporádico en nuestro país, sino que la legislación indebidamente aplicada en materia fiscal y de otro tipo, está causando importantes perjuicios económicos a las cuentas públicas y sobre todo a los múltiples ciudadanos, que ven expoliados sus bolsillos, sin que nadie pueda resarcirles totalmente, como es el caso que nos ocupa. Ante esta realidad cabe preguntarse si estamos ante legisladores tan incompetentes, que no saben ni que leyes deben aprobar en el marco comunitario, o si por el contrario es la picaresca española, en estado puro, de “ a ver si cuela”. Bien es cierto, que legislar con la normativa comunitaria no resulta fácil, pero resulta muy sospechoso, que casi todo en lo que se incumple, es para recaudar más de los ciudadanos.

Todo esto viene a confirmar la desesperación que tienen los gobernantes de nuestro país por recaudar, sin entrar en colores ni en personas concretas, dado que al comenzarse a aplicar el céntimo sanitario en el año 2002, todos han participado en el desaguisado. Con todo lo que están sufriendo y descubriendo los ciudadanos, tanto de la mala gestión del dinero público, como del afán recaudatorio, que raya lo confiscatorio fuera de ley, ¿cuánto tiempo tendrá que pasar para que se recupere la confianza en los servidores públicos, con carácter general?. Sin duda, más de lo que a los afectados les gustaría y de lo que sería deseable, para normalizar la situación política de nuestro país.

Dado que hablamos de mala fe, a la ya mencionada de nuestros legisladores y servidores de lo público, tenemos que hablar de la de los responsables de entidades financieras y otros gestores dentro de la esfera privada, que tanto daño han causado, a ciudadanos concretos y a la economía de nuestro país. Con tanta práctica abusiva, desleal y malintencionada, se ha quebrado lo que cimenta cualquier sociedad, como es la confianza.

Si nos preguntásemos cada uno de nosotros ¿en quién puedo confiar?, desgraciadamente, la gran mayoría respondería que en nadie. Como eso tampoco se ajusta a la realidad, porque siempre hay alguien a tu alrededor en quien puedes confiar, el secreto estará en saber elegir y en rectificar de inmediato si uno se confunde. Ese es el poder del consumidor y del pueblo, con su decisión de por lo que paga y a quien  vota.

Todo esto lo podríamos aplicar también al terreno personal, para confiar en aquellas personas, que con buena intención, buscan ayudarnos o protegernos, mientras que debemos dejar a un lado o ayudar a rectificar, a quienes no van en esa dirección. El poder lo tenemos cada uno de nosotros con nuestras decisiones. No esperemos que sean fáciles, sino que tomemos las adecuadas para nuestras vidas y para el conjunto de la sociedad. Una sociedad enferma como la nuestra, se va a ir recuperando, cuando aumente el número de personas y profesionales en los que se pueda confiar. Ello implica una reciprocidad en cada uno de nosotros, puesto que debemos ser personas en las que se puede confiar, al tiempo que debemos encontrar a aquellas en las que podemos confiar, para acabar con tantas actuaciones de mala fe, que se han extendido como la mala hierba en nuestra sociedad.