Los devastadores efectos de esta crisis están poniendo de manifiesto que agilidad y flexibilidad son armas impagables para la supervivencia y el éxito.

Cuando comparamos la economía americana con la europea, siempre se dice que su mayor flexibilidad y cintura a la hora de tomar decisiones drásticas e inmediatas, tanto parte de la Reserva Federal como las empresas les coloca en una situación privilegiada, para que los daños sean menores y la recuperación más rápida. La bautizada como “Gran crisis de 2008” frente a la conocida “ Gran depresión del 29” ha puesto de manifiesto que la primera economía del mundo, poniendo en práctica su flexibilidad, está saliendo antes que las economías europeas, y a mayor velocidad de lo que lo hizo en los años 30. De ahí que su índice Dow Jones haya marcado su récord histórico al superar esta semana el anterior, establecido en octubre de 2007 en los 14.198 puntos.

Posiblemente sus grandes aciertos hayan sido dos: por un lado la agilidad de Bernanke al frente de la Reserva Federal bajando tipos drásticamente de forma inmediata y las ayudas cuantitativas para que la economía retomase la senda del crecimiento cuanto antes. El otro sería la implacable reforma y reestructuración de su sistema financiero, de tal manera que ya en 2009 estaba saneado y devolviendo ayudas.

Ahora volvamos a Europa y en concreto a España, dónde cinco años después del estallido de la crisis en 2008, todavía hay entidades financieras que no se sabe si su futuro pasa por incorporarse a otros grupos o ser nacionalizadas. También tenemos que añadir a nuestros males, unas organizaciones sindicales y patronales atrapadas por ideologías ancestrales, que les provocan un inmovilismo e incompetencia flagrantes, ante situaciones económicas complejas. Los daños que tanta parsimonia está provocando en la sociedad española se traducen en más de cinco millones de parados, y varios lustros para conseguir normalizar la situación.

En ese ambiente generalizado, algunas compañías destacan por hacer las cosas bien, y entre ellas tenemos que mencionar a Mercadona o Inditex. En la primera la agilidad de un presidente que se define como tal, que es capaz de hacer cambios en su acertada estrategia de lucha contra elementos adversos, ganando cuota de mercado a sus competidores, al frenar la expansión internacional porque considera que le supondría perder parte de la flexibilidad que le caracteriza en la gestión. Los resultados que consigue año tras año, nos permite decir que se trata de una compañía grande, no por tamaño sino por su agilidad y capacidad de anticipación.

El otro caso digno de análisis es Inditex, una compañía que ha pasado a ser internacional con un éxito en tiempo récord, en la que su fundador ha sabido decir adiós a la gestión del día a día, dejándola en manos de su hombre de confianza, que está demostrando ser, hasta el momento, un digno heredero. Amancio Ortega ha sabido crear un imperio de la nada, con mucho trabajo, entrega personal y brillantez, pero también ha sabido hacer el relevo generacional a tiempo, para no destruir lo conseguido, e incluso hacerlo más grande. Pocas son las personas que saben hacer eso. La gran mayoría abandonan la primera línea, tanto en la política como en las empresas, cuando el daño está causado y el que venga detrás deberá lidiar con lo que se encuentre.

En nuestro país estamos asistiendo a demasiados ejemplos poco edificantes, y a muy pocos responsables e inteligentes, de ahí que debamos fijarnos más en los que están haciendo las cosas bien, porque aunque sean pocos y muchos de ellos anónimos para el gran público, seguir sus pasos nos ayudará de forma individual y colectiva, a mejorar nuestra situación personal y la de nuestra sociedad.