Al Gobierno no le salen los números de la recaudación fiscal y quiere embridar el fraude fiscal. La mayoría de los ciudadanos creen que es un fraude tanto ajuste y tanta subida de impuestos, lo que provoca un enorme aumento de la economía sumergida. Así, todos luchan contra el fraude

El enfrentamiento de posturas entre el Gobierno y los ciudadanos, refleja la confrontación de la ley, con la supervivencia, el descontento y la picaresca latina. Al Gobierno le asiste la fuerza del imperio de la ley, y a muchos ciudadanos el imperio del sentido común ( a más impuestos confiscatorios más fraude).

Cuando el Gobierno actual tomó la decisión de subir impuestos, como primera decisión, al llegar al poder o recientemente con la subida del IVA, no fueron pocas las voces que se alzaron diciendo que eso lo que provocaría es una menor recaudación, por el aumento del fraude fiscal. Los inspectores de Hacienda llevan años reclamando más medios para la lucha contra el fraude. Ahora que ya están cuantificando esta realidad en la recta final del año, cuando el margen de maniobra es casi nulo, y cuando no les salen los números para cumplir con las exigencias de Bruselas en materia de déficit público, les han entrado las prisas para hacer de la lucha contra el fraude fiscal una urgencia nacional.

Falta sólo un mes para que cumpla el plazo de la, siempre polémica, amnistía fiscal y tampoco van a recaudar ni la mitad de lo que esperaban. A su favor tenemos que decir que tal y como han heredado el país, el margen de maniobra para cumplir con las exigencias de Bruselas, es muy pequeño, pero es en los momentos complejos donde hay oportunidad de encontrar personas excepcionales, gestionando situaciones críticas con soluciones admirables. Los miembros de nuestro Gobierno, con su Presidente a la cabeza, no pasarán a la historia por  ello. Están aplicando las recetas de siempre, sin anestesia y poca imaginación, una lástima, ellos están perdiendo una gran oportunidad, y los ciudadanos la paciencia.

El cuento de la lechera de algunos estudios, refleja que el Estado deja de ingresar unos 80.000 millones de euros al año por fraude. Cuando ven esos números se les ponen los ojos en órbita, si tenemos en cuenta que sólo han recaudado este año unos 8.500 millones por fraude fiscal. Lo que podrían hacer con esos 80.000 millones!, incluso posiblemente librarse del rescate. La realidad es que toda la economía sumergida está permitiendo que sobrevivan muchas familias en el corto plazo, aunque con ello se perjudiquen a medio plazo, por no ayudar a mejorar sus prestaciones sociales en el futuro, al no contribuir en el presente.

Está claro que, si dejamos a un lado la picaresca latina que nos caracteriza para evitar pagar impuestos o ser los mas listillos, a muy pocos ciudadanos les alegra estar fuera de la ley, ni desde el punto de vista fiscal. Los Gobiernos no terminan de darse cuenta de que, los ciudadanos que pagan de buena gana sus impuestos son los que valoran a sus gestores políticos, por hacer buen uso de ese dinero, que pagan quienes más se esfuerzan o arriesgan, a quienes sólo se amparan en la fuerza de la ley y la sanción.

 El fraude fiscal sólo se  combate con una buena situación económica, con una gestión eficiente de los recursos públicos y con la transparencia de quienes deben sentirse servidores del pueblo, y no comportarse como tiranos que quitan recursos a los más débiles, para alimentar su egos políticos e incluso en no pocos casos, sus propios bolsillos.

Los ciudadanos tenemos que ser responsables en la obligación de pagar impuestos, para ayudar a los más necesitados y mantener un bienestar social para todos. Los Gobiernos tienen que cambiar su forma de gestionar el dinero público. Si todos cumplimos con nuestra responsabilidad para con la otra parte, no habrá necesidad de hablar de lucha contra el fraude fiscal, porque este será tan bajo, que apenas tendrá importancia.

¿Utopía?. Tal vez si o tal vez no, depende de nuestra capacidad como sociedad, para progresar hacia un futuro mejor, partiendo de un presente o pasado reciente mediocre. Reflexión y acción: con ellas bien encaminadas todo es posible.