Tras el debate sobre el estado de la nación, así como otros debates en distintas Comunidades Autónomas, los periodistas afirman que ha comenzado la campaña electoral, a tenor del tono y los discursos que emplean los distintos contendientes.
Lo habitual es que la gran mayoría de los ciudadanos sienta como algo muy plomizo, todo lo que rodea a las elecciones, bien sean autonómicas, locales, nacionales o europeas. Dado que este año tenemos dos citas, a falta de una, todo hacía prever que nos tendríamos que armar de valor, para lo que nos esperaba. En esta ocasión, todo apunta a que será más agobiante que en ocasiones anteriores. Primero porque todo ha empezado con meses de antelación a la cita con las urnas, no unas semanas antes, y lo segundo, porque habrá más demagogia y descalificaciones de lo habitual, por parte de algunos.

Cuando los periodistas políticos afirman que toda la izquierda se está radicalizando en sus discursos, para competir contra los nuevos radicales, el asunto es más que inquietante. No en vano, la agencia de calificación Moody´s ha mantenido el rating de España sin cambios, a pesar de la mejora de la economía, por la amenaza que supone todo el enrarecido ambiente político que estamos viviendo.

Lo que nos espera está más que descontado y previsto, lo que no lo está es el resultado. A estas alturas tenemos más interrogantes que certezas: ¿cómo afectará al votante de Podemos la claudicación de Grecia, ante la exigencias de Bruselas y Alemania?, ¿Cómo les afectará también, el que ya formen parte de “la casta” que tanto desprecian, antes de haber sido ni siquiera elegidos?, ¿Encontrará PSOE algún camino, para recuperar la confianza de su frustrado y desmoralizado votante?, ¿Venderán su alma al diablo para la eternidad, intentando ser el otro Podemos?, ¿Podrá Ciutadans parecer un partido nacional que gane posiciones, sin estar infectado por el afán soberanista de Cataluña?, ¿ Podrá UPD mantener lo conseguido, tras sus desvaríos internos del último año?, ¿Podrá el PP convencer a los votantes que le llevaron a la mayoría absoluta, de los logros conseguidos y la necesidad de contar con un respaldo mayoritario, hasta que encuentre nuevo socio estable en el convulso panorama político nacional?

Todas estas preguntas quedan ahí, para que las reflexionen aquellos que no sientan como tóxico, el pensar en todo esto, antes de tener que llevar el voto a la urna.

Al margen de la afección o desafección que sintamos por las campañas electorales, lo cierto que no podemos dejar a un lado, nuestra responsabilidad individual a la hora de emitir nuestro voto. Cada voto cuenta, cada voto decide el destino de un país y el suyo propio, quienes no lo tengan claro por su juventud o prejuicios, que se pongan a estudiar y analizar desapasionadamente cada opción política, porque sólo así podrán emitir un voto válido, desde el punto de vista ético.

Prepárense para las elecciones, pero no para lo que nos toque soportar de descalificaciones y mentiras, sino que realmente se preparen a conciencia, para decidir a qué partido van a dar su confianza para los próximos cuatro años.