Posiblemente este sea el reto más titánico al que pueden enfrentarse todos los países del mundo, con independencia de que se encuentren entre los desarrollados, emergentes o en vías de desarrollo. Ahora que ya está socialmente aceptada la lucha contra la corrupción y el fraude, el paso deseable en tono constructivo, es la generación de riqueza de forma honesta.

Cuando hablamos de conductas que puedan ser calificadas de honestas, estamos trasladando la responsabilidad a todas y cada una de las personas, de forma individual y no colectiva. Por tanto no hablamos de países, sociedades o culturas, sino de individuos, que a su vez como colectivo, forman los países y las sociedades. La generación de riqueza es una aspiración que tienen las personas desde hace cientos de años, porque la riqueza se ha asemejado a bienestar, mientras que pobreza equivale a todo lo contrario, desde el punto de vista material, no espiritual o moral, cuya interpretación es bien distinta. Por ello, ambas percepciones, la material y la moral, se complementan para llevarnos a la conclusión de que debemos generar riqueza de forma honesta, pero vivir desprendidos de ella, para utilizarla correctamente en  nuestro propio bien y el de nuestros semejantes, con una extraordinaria dosis de generosidad.

Creo que la teoría es fácil de entender, lo que resulta más heroico es ponerla en práctica. En primer lugar todos debemos esforzarnos por adquirir los conocimientos y experiencia máximos, según nuestras capacidades individuales y la sociedad en la que vivimos, para desarrollar una profesión u oficio, de forma voluntaria o forzosa. Sería deseable la primera de las opciones, pero todos sabemos que en la vida no siempre eso se consigue. Aquí deberíamos reflexionar sobre lo que supone tener trabajo, ahora que hablamos tanto de paro y desempleo. El trabajo debe ir ligado a una retribución justa en función de nuestra productividad y méritos, al tiempo que todas las personas deberían poder vivir en sociedades que se lo permitan. De ahí la enorme responsabilidad de los gobernantes de todos los países del mundo, para trabajar en esa dirección. No obstante la trampa de hacer nuestro trabajo sólo por dinero, pervierte en buena medida, el concepto de generación de riqueza de forma honesta, porque posiblemente, el fin justifique los medios y todos sabemos lo que eso significa. Todas las sociedades del mundo tenemos experiencia de los daños que esas conductas causan, a pequeña y gran escala.

Puesto que estamos hablando de asuntos económicos, la educación financiera se antoja imprescindible, tanto más, cuanto mayor sea la riqueza del país en el que vivimos, o en el que aspiramos a convertirnos.Los valores de la sociedad y la familia, en la puesta en práctica de los asuntos financieros, son decisivospara que la riqueza se obtenga y se emplee de forma honesta. Lo que también es denunciable, son las situaciones personales de pobreza provocadas por la falta de esfuerzo, constancia o trabajo, en todo aquello que forme parte de nuestra responsabilidad individual 

Generar recursos por el camino honesto, para mantener a la familia y ayudar a los más desfavorecidos no resulta nada fácil. Esta crisis nos lo está poniendo de manifiesto. No obstante ese camino  es el  que más riqueza y bienestar genera para  todos a largo plazo, y no sólo desde el punto de vista económico. De ahí que todos debamos esforzarnos por estar entre los que actúan de esa manera y poder dar ejemplo a una sociedad tan necesitada, de ese tipo de comportamientos. Con ello conseguiremos arrinconar y reducir las conductas del pasado que tanto daño han causado. Como uno de los muchos ejemplos que podemos poner, se encuentra el hecho de que, tal y como ha anunciado Cáritas Europa, somos el segundo país de Europa con más pobreza infantil, sólo por detrás de Rumanía. Desafortunada situación que hay que revertir en el futuro.

Como conclusión podemos afirmar que la riqueza es buena si se consigue de forma honesta y se comparte de forma generosa, mientras que la pobreza puede ser merecida, si se llega a ella por causas imputables a quien la padece y no hace nada de su mano para salir de ella.