Antes de la crisis financiera de 2008, parece que hablar de quiebra siempre era un tema relacionado con empresas, los bancos no entraban en las quinielas y familias o Estados tampoco.

Desde aquellas fechas y sus devastadores acontecimientos, los ciudadanos han aprendido que además de las empresas, y por supuesto los bancos, las familias pueden quebrar y los Estados también. A algunos de estos les ha salvado estar en el Club Privado llamado Zona Euro, porque intervenirlos o guiarlos por la senda de la recuperación, ha evitado daños mayores. Por lo que respecta a las empresas ha habido de todo, pero las familias, han sido abandonadas a su suerte.

En general ha sido la falta de liquidez la que ha asfixiado a los que han quebrado o lo están haciendo. Los últimos datos estadísticos confirman que la quiebra de familias ha subido por segundo trimestre consecutivo en un 29,4 %, mientras que los concursos de acreedores de las empresas, descienden un 17,3%.

De esos datos, resulta muy alarmante que sigan aumentando las quiebras de familias, cuando tenemos una economía creciendo, un paro recortándose ligeramente y unos tipos de interés en mínimos históricos, lo que alivia a todos aquellos que estén endeudados. Aunque todos los expertos consideran, que vamos a estar mucho tiempo con los tipos bajos, lo cierto es que resulta escalofriante pensar qué va a pasar cuando empiecen a subir, si en el “mundo ideal” para los que tienen crédito, las familias siguen quebrando.

Ahora más que nunca hay que recordar, que los asuntos financieros son definitivos para el presente y el futuro de cada economía doméstica. Hacer presupuestos anuales y luchar por cumplirlos, reconvertirse al ritmo que lo están haciendo los cambios en el mercado de trabajo, la educación financiera, una buena planificación patrimonial o separar los riesgos de la empresa de los de la familia, se antojan más necesarios que nunca.

Que el pasado no va a volver ya lo sabemos, ahora toca seguir sacudiéndose la melancolía, ayudar a encaminar las economías domésticas, mantener la esperanza de que España tendrá pronto un gobierno a la altura de los desafíos que tenemos por delante y confiar en que los españoles vayan adquiriendo o despertando ese espíritu emprendedor, que debe habitar en la gran mayoría de los ciudadanos, para revertir los escalofriantes datos de quiebras de familias.

Cada uno de nosotros tenemos una responsabilidad individual y colectiva que debemos ejercitar. La individual es hacer las cosas bien para no quebrar, y la colectiva, ayudar a otros, enseñándoles el camino de la supervivencia o el progreso, para que puedan seguirlo con su esfuerzo, voluntad y tenacidad.

Aprovechemos este tiempo estival para descansar, reflexionar y cargarnos de fuerzas, para las incertidumbres y retos que nos esperan con la “vuelta al cole”, a partir de septiembre.