Todos sabemos la preocupación que hay con la posible deflación en la Zona Euro por el bajo consumo, así como la necesidad de que sigan las reformas en países como España, para no echar por tierra todo lo conseguido. Estos riesgos aumentan, si tenemos en cuenta que estamos con las elecciones europeas a la vuelta de la esquina, y en España las generales para el año próximo. En campaña electoral ya sabemos cómo actúan los gobiernos para intentar repetir, por ello va a ser complicado que el nuestro, siga apretando el acelerador de las reformas, teniendo en cuenta el grado de impopularidad que han conquistado, por evitar la intervención de España y adoptar todas las medidas que desde Bruselas se ha exigido.
A todo esto tenemos que añadir que el crédito difícilmente va a llegar a la calle en las cuantías que se necesitan, en el corto plazo, dado que le sector financiero de nuestro país debe seguir recapitalizándose y reduciendo morosidad. El paro ha conseguido frenar su sangría e incluso empezar a recortar, pero el camino a recorrer es tan largo, que será como un maratón, pero sin saber dónde se encuentra el final.
Los mercados financieros se han dado cuenta de todo ello y han dejado atrás los máximos alcanzados, para demostrar a los ahorradores, que la prudencia es vital y no hay que dejarse llevar por la euforia de las subidas.
Por todo ello tendremos que seguir sacando fuerzas de dónde podamos, para seguir corriendo. Esperemos que en el Gobierno también estén dispuestos a seguir ayudando, aún a costa de quemarse más, porque en caso contrario, todo nuestro esfuerzo adicional, apenas tendrá resultados.
El dilema es importante y el momento decisivo. La reforma fiscal será un buen termómetro para ver las intenciones del Gobierno y comprobar que camino vamos a tomar.