Mario Draghi, al frente del Banco Central Europeo, ha dado la campanada poniéndose a fabricar dinero, como nunca antes se había hecho, anunciando la compra de deuda más generosa que se podía imaginar, para deleite de los mercados financieros y para desconcierto, e incluso preocupación, de algunos brillantes economistas, que analizan con mucha cautela las consecuencias a largo plazo, de tanto “dinero fácil”.

Angela Merkel ha dado el visto bueno y ha cedido, para que se pusiese en marcha la última y desesperada medida de política monetaria, encaminada a fortalecer el crecimiento de la Zona Euro. Draghi apuesta sobre seguro en el corto plazo, con una inflación negativa y con unos mercados financieros, que lo están festejando por todo lo alto. Está por ver cómo le juzgará la historia, cuando ya no presida el BCE y nos lleguen “los efectos secundarios” de la medida. Recordemos que el laureado Alan Greenspan, como presidente de la Reserva Federal Americana durante décadas, fue acusado por muchos, como el artífice de lo que terminó siendo el estallido de las hipotecas basura, las famosas “subprime”, comienzo de la crisis financiera, que nos traído hasta el lugar en el que nos encontramos.

Como todos sabemos, la fama es efímera y mucho más, cuando se obtiene en puestos de enorme responsabilidad, con decisiones tan complejas como las que están tomando los dirigentes políticos y económicos en estos últimos años. Por tanto, seguro que el señor Draghi está más que preparado para soportar las críticas cuando lleguen, porque su experiencia y madurez le mantienen con los pies en el suelo.

Los que no lo tenemos tan fácil, somos el resto de los mortales, entre otras cosas, porque nadie sabe el alcance real de “los efectos secundarios” que llegarán. Lo cierto es que será alguna suerte de “burbuja”, que nos pillará por sorpresa, que se llamará crisis y que causará enormes daños económicos, para los que no hayan aprendido de los errores cometidos en el pasado. Estamos por tanto ante un riesgo cierto, pero que aún no se puede cuantificar.

Ante la clarividencia de ese escenario, así como la certeza de que inundar el mercado de dinero, por sí solo no sirve para salir de la crisis, es por lo que tanto Merkel como Draghi, insisten en que los países deben continuar con sus reformas. En un año con tantas citas electorales y con unos votantes a los que mueve, en su gran mayoría, el corto plazo de sus intereses personales, parece difícil que los aspirantes al “trono”, es decir, al Gobierno, se comprometan con reformas impopulares que les resten apoyos, aunque sean lo mejor para el bienestar a largo plazo. Esta realidad hace que estemos ante un riesgo cierto, de cerrar en falso esta crisis, implementando un nuevo modelo productivo, que nos proteja para la siguiente “gran crisis”.

Para intentar paliar ese desafortunado panorama, desde Alemania se advierte de que es un espejismo, con fecha de caducidad, lo que veremos en los próximos meses, en que todos los países serán tratados de forma igualitaria, hayan hecho o no, las reformas que tanto se necesitan y se recomiendan. Grecia tiene su oportunidad, si aceptan las reglas del juego. Tampoco pierden ocasión de poner a España como ejemplo a seguir para el resto, lo que nos favorece, al tiempo que nos compromete, para seguir por el camino de la seriedad en el cumplimiento de los compromisos financieros asumidos, así como de las reformas necesarias para no salir en falso de la crisis.

Al margen de las decisiones políticas que se tomen en nuestro país o en Europa, cada uno de nosotros tenemos en nuestra mano el prepararnos para la siguiente crisis, no cerrando en falso la que hayamos sufrido en nuestras carnes, dando valor a nuestra cultura financiera, a nuestro esfuerzo, a nuestra honestidad, a nuestra responsabilidad y a nuestra productividad. Esto sí que nos protegerá y limitará el impacto de los riesgos ciertos, a los que nos enfrentaremos en el futuro.