Con estas tres palabras podemos describir buena parte de nuestras actuaciones diarias. En el presente, cobran todas ellas especial relevancia, porque definen lo que está sucediendo en Europa actualmente.

Las elecciones europeas cobran cada vez más importancia, por mucho que para la gran mayoría de europeos pasen muy desapercibidas. Las grandes decisiones, que afectan cada vez más a nuestra vida diaria, es decir, a nuestras preocupaciones y ocupaciones, se toman en Europa. ¿Les suena el famoso IBAN con el que nos encontramos en nuestras cuentas bancarias? y la ¿Tasa Tobin? ¿Han oído hablar de la Unión Bancaria?. Estos son unos pocos ejemplos, sobre asuntos de enorme relevancia, cuya decisión final no se toma en nuestros países de origen, sino en la Comisión y Parlamento Europeos.

En los próximos años el poder de las instituciones europeas sobrepasará en muchos asuntos a las nacionales. De ahí la importancia de tener los mejores representantes políticos en todos los órganos de decisión, para defender los intereses nacionales, que no son otros que la suma de  los intereses individuales de todos y cada uno de los españoles. Si esto no lo conseguimos, de poco servirán todos los desvelos, esfuerzos y sacrificios que hagamos, porque su efecto quedará mermado de forma importante.

El reto se antoja titánico, teniendo en cuenta la relajación de muchos representantes públicos, respecto a su preparación personal y el servicio al bien común. Todo ello ha provocado una desafección en el electorado, que puede causar un daño mayor a largo plazo, que la crisis que estamos padeciendo. Un relevo generacional que atraiga candidatos sin un pasado y con valores renovados, sería lo deseable para las próximas décadas. Algo que nuestra sociedad conseguirá, si ha despertado de tantos engaños ideológicos y económicos, fruto de la falta de conocimientos en muchos campos de la vida diaria, realmente trascendentes.

La esperanza es la clave. Si la perdemos, el futuro será más negro que el presente. Así como el Ave Fénix resurge de las cenizas,  debe nuestra sociedad remontar, para hacerse más fuerte de lo que lo ha sido en el pasado. El hedor que desprenden muchas de las actuaciones que vemos por doquier, no deben paralizarnos ni desanimarnos para luchar por mejorar, tanto nosotros mismos, como el entorno que nos rodea.

Pensemos firmemente en nuestra capacidad para cambiar y mejorar. Podemos perdonar y rectificar nuestras conductas erróneas, al tiempo que debemos hacerlo con los demás. Cambiemos y ayudemos a cambiar. Así se construye un futuro para España más sólido, dentro de Europa y en un mundo globalizado. Nuestros jóvenes podrán estar más preparados, tener más valores, ser más fuertes y con ello ver con optimismo su futuro.

Nadie va a revertir el gran problema de Europa en general y España en concreto, que es el envejecimiento acelerado de nuestras sociedades para las próximas décadas. No obstante, a  la complejidad de ese escenario y los enormes retos que conlleva, se les podrá hacer frente sólo con la esperanza y la confianza de estar sobradamente preparados.

Sigamos, por tanto, con nuestras ocupaciones y preocupaciones, pero no olvidemos la importancia de “ las elecciones”.