El tema de las tarjetas de Caja Madrid, así como los presupuestos para el año próximo, o el jarro de agua fría que el BCE ha dado a los mercados, han hecho que de nuevo hayamos tenido una semana muy intensa.

Parecía que todo lo que  habían hecho los responsables de llevar a la quiebra a entidades financieras emblemáticas de nuestro país, ya había salido a la luz, y nos hemos encontrado con que no era así. Creo que este asunto no decepcione a nadie, porque el prestigio de muchos profesionales financieros ya había  caído lo suficiente, como para que la gente esté curada de espantos. Lo que seguramente sí está sucediendo, es que nos encontremos antes los últimos coletazos de estos escándalos, que tanto daño han hecho, a la imagen que la sociedad tiene de la banca en general. Posiblemente tengan que pasar décadas, hasta que se normalice una percepción que se han ganado a pulso.

La supervisión que el BCE va a comenzar a realizar a las entidades financieras, desde el mes próximo, puede ayudar a que los dispendios y delitos cometidos en el pasado, no se repitan en el futuro, o al menos, con la magnitud con la que se han llevado a cabo. Según parece, las entidades financieras españolas están muy asustadas con las nuevas reglas del juego, al ser más rigurosas, estrictas y según ellos asfixiantes. No me sorprenden sus temores, teniendo en cuenta el compadreo con el que trataban al Banco de España y la rigidez e indiferencia con la que van a ser tratados a partir de ahora. Desde la posición de los ciudadanos, la verdad es que resultan gratificantes esos cambios, que pongan en su sitio quienes se creyeron los dueños y señores de un sistema financiero, cuyo desplome han pagado todos los ciudadanos.

Los accionistas de las distintas entidades financieras de nuestro país, tendrán que aceptar que poseer acciones de bancos, ya no va a ser ni tan rentable ni tan seguro. Son los nuevos tiempos, que ya han llegado, que se abren paso de forma inexorable y que obligarán a replantearse las inversiones a muchos ahorradores españoles.

Esperemos que el BCE cumpla con su misión, por el bien de todos. No olvidemos que el sistema financiero es como la sangre que recorre nuestro cuerpo. Si va infectada nos puede matar y si el corazón se para, la muerte es inmediata.

El que parece haber decepcionado a los mercados es Mario Draghi, porque no les ha dado lo que pretendían, que no es otra cosa, que certidumbre sobre cuánto será y cuándo llegará la ayuda. Tal vez el presidente del BCE se ha cansado de ser previsible y dar alegrías a los mercados. De forma reiterada ha estado diciendo que los Gobiernos de los distintos países deben hacer sus reformas, para ayudar a la economía europea y no esperar a que el BCE sea el que cargue con todo el peso. Por mucho que los mercados hayan bajado con la decepción, lo cierto es que tal vez sea bueno avisar de que todos tienen que arrimar el hombro y no dar alas a quienes esperan que otros solucionen los problemas.

En fin, sea como sea, tenemos encima de la mesa varias incertidumbres, que hacen que el otoño haya empezado recordándonos que la prudencia es fundamental y la diversificación obligatoria.