Resulta inevitable hacer referencia a varios acontecimientos “políticos” de enorme trascendencia a los que la historia de la humanidad está asistiendo, que reflejan el claro abismo que existe entre el ejercicio del poder divino y el del poder humano.

La llegada de Francisco I a ocupar la silla, que no trono, de Pedro como Obispo de Roma y Papa de la Iglesia, ha sido tan rápida como entusiasta para la gran mayoría. Las quinielas, apuestas e intrigas políticas apuntaban en otra dirección, pero el Espíritu Santo hizo una vez más su trabajo, sorprendiendo y eligiendo al que considera más apropiado para representar a Jesucristo en la tierra, como sucesor 266 de Pedro. Por otro lado tenemos el fallecimiento de Hugo Chávez en Venezuela, el líder político que buscó perpetuar su “reinado” para siempre, pero al que la muerte le sorprendió de improviso, tras una enfermedad, y que según dicen sus allegados, falleció pidiendo que no le dejasen morir. También tenemos que mencionar el esperpéntico resultado de las elecciones italianas, o los casos de corrupción política de nuestro país, que cada día tienen más perplejos a los ciudadanos, por la falta de responsabilidad e integridad  de muchos que consideran estar “al servicio de lo público”.

El Nuevo Testamento, en la Santa Biblia, está llena de referencias de Jesucristo al poder y al dinero, por la importancia y trascendencia que tiene su ejercicio y uso, no sólo de forma individual, sino para toda la sociedad. Como ejemplo pondremos algunas, que requieren poca explicación: “ No se puede adorar a Dios y al dinero…”, “Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”, “ El que quiera ser el primero entre vosotros que sea el último y el servidor de todos” , “ Los gobernantes de este mundo esclavizan pero yo os hago libres”.

Si ponemos en contraste el ejercicio del poder divino que el Santo Padre Francisco I, está llevando a cabo desde que fue elegido, interpretado por muchos como una declaración de intenciones de lo que será su pontificado, y los ejemplos de ejercicio del poder de muchos de los gobernantes de este mundo, nos deben quedar pocas dudas de quienes realmente sirven a los demás y quiénes no sólo no lo hacen, sino que en muchos casos los esclavizan de múltiples formas. Ambos hablan de estar con los más pobres y desfavorecidos de la sociedad, pero sólo el primero lo viene haciendo mucho antes de que fuese elegido Papa, al igual que otros muchos de sus antecesores.

Los múltiples ejemplos que la historia nos ha dejado de gobernantes ejemplares, dentro de las normales imperfecciones humanas, suelen intentar ser fieles seguidores de los mensajes de Jesucristo, consciente o inconscientemente, sobre el ejercicio del poder. Abraham Lincoln sería un buen exponente de esos privilegiados, que pocos pueblos han tenido la suerte de ser gobernados por ellos, y que tanto bien han hecho. No me cabe la menor duda que entre los servidores de lo público anónimos, también hay algunos que honran a la profesión, pero deben ser tan pocos y están tan marginados, que apenas cuentan.

No es fácil encontrar este tipo de líderes entre las sociedades que han rechazado mayoritariamente los valores de honestidad, esfuerzo, sacrificio etc… dado que los ciudadanos eligen a sus representantes políticos entre sus conciudadanos, que no suelen ser más virtuosos que el conjunto de la sociedad a la que representan. Por todo ello, más que rasgarnos las vestiduras sobre la actitud poco ejemplarizante de muchos de los que nos representan, el camino lento, pero seguro, para que en el futuro la mayoría de los gobernantes de nuestro país trabajen realmente para el servicio del pueblo,  está en practicar y defender esos valores, empezando por cada uno de nosotros, para educar correctamente a las generaciones que vienen detrás con el ejemplo, que es el que realmente transforma una sociedad. La gran mayoría de las personas se mueven por imitación, tanto para bien como para mal, de ahí la responsabilidad de quienes ejercen el poder, sea del tipo que sea, de ser ejemplarizantes. En caso contrario no cambiaremos aquello que tanto criticamos e incluso despreciamos.

¿Por qué muchos de los hombres con mayores ambiciones de poder en la tierra, reconocen que les gustaría ser Papas?. Tal vez sea porque no son conscientes de la enorme responsabilidad que conlleva representar el poder divino en la tierra, y porque a los limitados ojos humanos, tener más de mil millones de personas incondicionales que apoyan a su líder desde el minuto en que ha sido elegido, así como el poder humano que esa posición conlleva, les seduce más que nada.

En conclusión, el poder humano y el poder divino siempre estarán enfrentados, y sólo cuando esporádicamente se aproximen, los pueblos serán más libres y conseguirán mayores progresos.