Las devastadoras consecuencias del impacto de la crisis que se desató en 2008, con el epicentro en EEUU y las famosas hipotecas basura, se concretan en nuestro país, con multitud de ahorradores que están perdiendo buena parte de sus ahorros, y una situación de paro, que escandaliza en todos los rincones del mundo.

 Cuando cada mes se publica el dato del paro en nuestro país, más allá de nuestras fronteras se preguntan, cómo es posible que una sociedad sobreviva con más de seis millones de parados. La respuesta que muchos expertos dan es que realmente no tenemos esa cifra, por el alto grado de economía sumergida que tiene nuestro país, y por otro, que nuestro sistema  de familia tradicional, protege a buena parte de esas personas desempleadas. Las rentas que reciben los mayores, así como el ahorro que han acumulado durante años, está ayudando a sobrellevar el drama del paro en muchas familias.

Constatada esa realidad, no le quita ni un ápice de dramatismo a la situación que muchas personas viven cada día, no sólo por la gravedad de no tener rentas oficiales o “sumergidas”, sino por lo que supone no poder desarrollarse humana y profesionalmente con una actividad diaria. Las razones por las que se ha llegado a un paro del 27,1% ya son más que conocida por todos. Las responsabilidades individuales, colectivas e institucionales, están más que detectadas. Casi nadie puede mirar hacia otro lado, puesto que hay una enorme responsabilidad por falta de previsión, mala gestión, defensa de ideologías obsoletas y desprecio de la formación constante, acompañada de esfuerzo y honestidad, que debe sonrojar a buena parte de la sociedad.

Lo que ahora se nos plantea por delante a todos, es el enorme desafío de intentar frenar la destrucción de empleo, y a partir de ahí ganarle terreno, a los fríos datos estadísticos. El Gobierno estima que el paro bajará en 2015 al 25,8% y en 2016 al 24,8%, con una economía que crecerá en torno al 3,1% y un déficit del 2,7%. Esas estimaciones todavía reflejan un paro muy alto, que nos hacen temer que el paro estructural, es decir, aquel que se va a quedar anclado durante muchos años aunque la economía crezca, va a ser más alto de lo que lo era antes del comienzo de esta crisis.

Cuando damos un vistazo al perfil de buen número de las personas en paro, nos asaltan varias preguntas como: ¿dónde encontrarán trabajo esos jóvenes que abandonaron sus estudios, por el dinero fácil del mundo de la construcción?, ¿qué pasará con todos los empleados de entidades financieras cuya formación y experiencia actual, no les garantizará un puesto en el futuro?, ¿qué pasará con todos esos trabajadores, de avanzada edad,  cuyos sectores se deben reconvertir por falta de competitividad?, ¿qué actividades con éxito, permitirán recuperar el gran número de autónomos perdidos?, ¿cómo inculcar en los jóvenes el espíritu de sacrifico, esfuerzo y responsabilidad, cuando no se han formado desde niños para ello?, ¿hacia dónde enfocarán sus carreras profesionales aquellos que han dejado de tener un empleo público?…

Como pueden ver, el desafío es importante. De nada sirve con los grandes titulares y la aceptación colectiva del problema. Ha llegado la hora de que cada uno cumpla con su parte de la tarea. El Gobierno central y los autonómicos con su legislación, los sindicatos o asociaciones de empresarios y autónomos con sus iniciativas innovadoras, los trabajadores con su mayor responsabilidad y búsqueda de la excelencia, los educadores con su inestimable labor con los niños y jóvenes, formándoles con los conocimientos y valores que necesitarán para enfrentarse al futuro con esperanza, y la sociedad en su conjunto, animando a un cambio que es imprescindible, y a todas luces más que posible.