El fallecimiento de Margaret Thatcher le ha devuelto, buena parte del protagonismo político y social , que tuvo durante los 11 años que gobernó Gran Bretaña. Sus defensores y detractores, se han vuelto a manifestar como tales, recordando su contribución política y social, coincidiendo ambos, en su capacidad para generar polémica y sorpresa, al defender sus convicciones hasta su “muerte política”.

Quienes más la conocieron, y los que escriben sobre ella, ponen de manifiesto el enorme coraje que demostró al enfrentarse a los “intocables” hasta aquel momento, como eran: los sindicatos, sobre todo del carbón, la deuda del Estado, la burocracia, y todo lo que oliese a chantaje, incompetencia, clientismo social o cortoplacismo. Hay quienes la califican de conservadora en sus valores y liberal en sus ideas, poniendo de manifiesto que ser conservadora y progresista al mismo tiempo, según en qué cosas, puede ayudar al bienestar de una gran mayoría. Demostrando que no hace falta estar en los extremos ideológicos más radicales, para conseguirlo, sino más bien todo lo contrario.

Han pasado 23 años desde que abandonó el poder, pero muchas de sus actuaciones parecen más apropiadas que nunca para aplicarlas a países como el nuestro, si queremos tener un futuro más próspero. Su forma de ejercer el poder, para cambiar la sociedad británica, dándole mayores cotas de libertad y prosperidad económica, llevan a muchos en nuestro país, a añorar la existencia de una figura como la suya, entre nuestra clase política. Para otros es irremediable la comparación con Angela Merkel, aunque a la canciller alemana, algunos ya la han apodado como “la dama de hielo”.

No está de más recordar, que determinados líderes, como ella, no se hacen, nacen, lo que nos lleva a centrarlos en la realidad que tenemos, porque nuestros problemas no pueden esperar a resolverse, cuando llegue al poder una figura de esas características. Al margen de las decisiones políticas que tomó en cada momento, creo que la mayor parte de los ciudadanos podemos admirar su espíritu de luchadora infatigable por la libertad del ser humano, por su coherencia en el actuar, así como su defensa del esfuerzo personal, como arma imbatible para el progreso individual.

Está más que demostrado, que el ser humano asemeja mucho sus comportamientos e ideologías con aquellos a quienes admira. Por ello, es muy importante que hagamos una reflexión individual, sobre a quienes admiramos, cómo actuamos y qué consecuencias tiene para nuestra vida personal.

En conclusión, no necesitamos un líder que aglutine ese espíritu, sino una sociedad que en su gran mayoría lo haga, de forma voluntaria e incluso apasionada. Si eso se va produciendo gradualmente, nuestro futuro,para la gran mayoría, y sobre todo para las generaciones que vienen detrás, será mucho más próspero que el presente.