La fiabilidad de las estadísticas, al igual que la de las encuestas, esconden algo de verdad sobre la realidad, pero nunca son una realidad en sí mismas. Con esa premisa debemos analizar todos los datos macro o micro que se nos muestran.

En esta semana, ante la ausencia de datos macroeconómicos especialmente relevantes, es el de la encuesta de población activa, correspondiente al primer trimestre del año, el que se ha llevado todo el protagonismo. La razón fundamental la encontramos en el hecho de haber reflejado que nuestra economía ha destruido empleo, tras tres trimestres consecutivos muy favorables.

Varios pesos pesados de nuestro Gobierno, han dado un paso al frente para hablar sobre ello. Tanto el Presidente, como el Ministro de Economía o la Ministra de Empleo y Seguridad Social, han dado su interpretación de dichos datos, para que no nos bajemos de la nube de la esperanza, al tiempo que mantengamos la confianza en la gestión del Gobierno.

Resulta muy llamativa la utilización de la palabra “empleo de calidad”, como la buena noticia, dado que se está creando más empleo con esa calificación. Pero ¿qué es realmente un empleo de calidad?. La respuesta puede ser tan subjetiva como variada, porque posiblemente, para quienes realmente quieren trabajar, todo empleo que cumpla con los derechos mínimos exigibles y que respete la dignidad de las personas, sin duda es un empleo de calidad. Para otros, emplear muchas horas en una ocupación por la que no reciben la retribución  que ellos desearían, no sería un empleo de calidad.

Los sindicatos e incluso el Gobierno, hablan de empleos de calidad, fundamentalmente, cuando tienen detrás contratos indefinidos. Una visión demasiado simple, para un tema tan complejo y subjetivo. Podemos decir que estamos ante un empleo de calidad, cuando ¿un contrato indefinido mantiene a una persona unido a una empresa para siempre, en un trabajo en el que no es productivo?. Al margen de la respuesta que cada uno pueda dar, lo razonable es pensar que cuando hablamos de trabajos remunerados, la productividad es la clave. Ambas partes, el que trabaja y el que retribuye, deben estar satisfechos con la relación. Cuando los dos ganan, toda la sociedad gana. Posiblemente eso si son empleos de calidad, que se mantendrán durante un largo periodo de tiempo, en un ejercicio de libertad por las partes interesadas.

Como hacer una encuesta sobre ello, sería muy complejo, y ante la necesidad de utilizar datos simples, con argumentos demagógicos, que contenten al respetable de cada formación política o sindical, es por lo que nos encontramos con discursos y opiniones interesadas, porque el empleo es un arma política muy eficaz, por lo sensible del asunto.

Para quienes padecen la desgracia e infortunio del desempleo, están ante un enemigo al que deben combatir, fundamentalmente a nivel personal. Bien es cierto que las políticas de empleo y económicas, bien encaminadas, ayudan, de ahí que tanto Bruselas como el Banco Central Europeo, piden a España que siga con las reformas en el mercado laboral. No obstante la actitud personal ante el trabajo, más de regalo divino, que de castigo, por ejemplo, ayuda a muchos a encontrar oportunidades, donde otros sólo ven dificultades.

Confundir el trabajo o empleo con la retribución, es más común de lo que nos gustaría. Para muchos, esta última es realmente el objetivo fundamental, mientras que el trabajo es algo que intentar reducir o eliminar. La corrupción tan extendida en nuestra sociedad, con los casos famosos y otros muchos anónimos, es una realidad que hemos de ir cambiando, por el bien de las generaciones futuras. Todo ello se conseguirá con la educación en el esfuerzo y la justicia de la retribución ligada a la productividad, la responsabilidad y el compromiso.