Cuando comenzábamos el año ya teníamos claro que sería un año muy difícil y con muchos sacrificios. Ahora que ya lo despedimos para siempre, podemos confirmar que ha cumplido con lo que de él se esperaba. Por tanto, solo cabe decirle adiós y darle las gracias, por lo previsible que ha sido.

En el balance que hacemos de lo que ha sucedido en el año que despedimos de forma recurrente, cada 31 de diciembre, tanto para lo bueno como para lo malo, suele ser más llamativo aquello que nos sucede, y que no teníamos previsto. La sorpresa suele ser un factor muy poderoso en la precepción psicológica de los acontecimientos que vivimos. El año 2012 ha tenido una sorpresa muy positiva que nos ha llevado a una recta final del año mucho más benévola y esperanzadora de lo que podíamos imaginar. Estoy hablando de las palabras del presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, afirmando con absoluta rotundidad que hará lo que tenga que hacer para la supervivencia del euro. Pocos dudan que ese ha sido el detonante de la normalización de los mercados financieros, lo que ayudará a la recuperación económica de la Zona Euro en los próximos años, permitiendo que tengan efecto todas las medidas de ajustes y sacrificios que se están llevando a cabo.

Hablemos de lo que se espera de 2013, para ver si se cumple el guion. El ánimo de las mayoría de los españoles está por los suelos, por tanto es fácil esperar que vaya mejorando a medida que nos acerquemos a finales del año próximo, si se van cumpliendo los pronósticos de que tendremos la percepción real de que lo peor va quedando atrás. Cada uno contará la feria según le vaya en ella, pero aquí nos interesan aquellas personas, empresas e instituciones que se están adaptando a los nuevos tiempos con un esfuerzo, sacrificio y entrega, que no deja lugar al victimismo. Todos ellos deberán empezar a ver pequeños frutos que les anime a seguir en la dirección correcta, y que sirvan de ejemplo para los que desde el victimismo y la crítica destructiva e irresponsable, permanecerán en el inmovilismo sin ver ningún tipo de mejora, porque por ese camino no van a encontrar nada bueno.

La percepción de muchas empresas sobre el futuro empieza a mejorar de forma importante, aunque por supuesto, no en el sector financiero ni en el inmobiliario, donde todavía queda mucho que limpiar. El trabajo se está convirtiendo en una bendición que la gran mayoría valora sobremanera, ya nadie lo considera una maldición, como muchos creyeron durante los años de “vino y rosas”. Esa actitud nos lleva gradualmente a una mayor productividad, que sin darnos cuenta, ayuda a que la maquinaria económica empiece a moverse con más soltura.

El espíritu emprendedor y los conocimientos de economía desde edades tempranas, se están colando en nuestros discursos como el suero reparador que nos ayudará a conseguir un crecimiento económico más consistente y sostenible a largo plazo.Resulta muy gratificante descubrir la enorme sensibilidad social e institucional en esa dirección, dado que su efecto será más rápido cuanto mayor y más rápido sea el cambio de mentalidad en esa dirección.

Desde el punto de vista de la inversión, prácticamente todas las casas de análisis coinciden en que será un buen año para la renta variable, incluso para la española, que lleva tanto tiempo de capa caída, que ya casi no sabe ni donde la ha perdido. Estamos en momentos históricamente bajos para las valoraciones de los mercados de renta variable en general, por tanto si miramos con el cristal de delante, en lugar de por el retrovisor, debemos ir preparando gradualmente las carteras  para esos años de bonanza que empezarán a llegar.

Para el mercado inmobiliario las expectativas no son nada buenas. La mayoría de los expertos consideran que desde los precios actuales, los inmuebles tendrán que bajar entre un 30 y 40% en los próximos cinco años, al tiempo que calculan que seguirán bajando los próximos 10 años.

A grandes rasgos, esto es lo que se espera para el nuevo año, en el que por fin, la esperanza tiene tintes realistas y no utópicos, para que los más reacios al optimismo, vayan perdiendo argumentos y se apunten al carro de los luchan para que el futuro sea mejor, y no esperan, de forma egoísta, a que otros lo hagan por ellos.