La decisión del presidente del gobierno de tomarse unos días de reflexión, ha abierto una crisis política sin precedentes, de consecuencias impredecibles.
La insólita y temeraria decisión, ya ha tenido una primera consecuencia un daño para la imagen de España, que exigirá mucho esfuerzo y tiempo el volver a recuperar. Desde el punto de vista económico, la poca fiabilidad de un Gobierno de un país democrático, siempre alerta a los inversores internacionales, porque de todos es sabido, que provoca daños económicos, que van a intentar evitar, buscando oportunidades de inversión en otro países con mayor seguridad jurídica y estabilidad política.
Por ello, todos los inversores extranjeros con intereses en España, han puesto a trabajar a sus abogados y financieros, para que a partir del lunes, decida lo que decida el Presidente del Gobierno de España, analicen los riesgos de estar invertidos o invertir en nuestro país.
Desde el punto de vista económico, esto va a tener consecuencias para la economía en su conjunto y por tanto para todos los españoles. Una economía, como la española, que está creciendo a base de gasto público, necesita la confianza de los inversores, para financiar la enorme deuda que se está contrayendo. La falta de confianza en 2012, nos llevó a una prima de riesgo insostenible y a punto de ser intervenidos. Ahora no estamos en una situación tan dramática, pero las consecuencias de la mala gestión de los asuntos públicos y el aumento del intervencionismo del sector privado, va a tener graves consecuencias.
De hecho, los datos del paro ya se encuentran en los niveles más altos de los últimos cuatro años y todo ello, teniendo en cuenta la distorsión de la realidad del empleo de nuestro país.
Con Bruselas advirtiendo de que el aumento de los costes de la seguridad social son insostenibles, aumentando un 30% en los últimos años, va a suponen que parte de las ayudas concedidas, no van a venir a nuestro país, por el incumplimiento de las exigencias que le habían impuesto al actual gobierno.
Sin confianza entre los inversores internacionales, con el sector privado asfixiado, con los niveles de deuda y los gastos públicos disparados, España se asoma a un abismo económico y social, de imprevisibles consecuencias. El populismo político sin precedentes, los partidos políticos independentistas que provocan desigualdades entre los ciudadanos españoles, según en que territorio vivan y una creciente crispación social, con apoyo del Gobierno nacional y la fulminación de la separación de poderes, son la herencia que está dejando Pedro Sánchez, que se está convirtiendo más en un líder de una secta, que en un líder político, que pueda ayudar a España, Europa o cualquier otro foro mundial.
Una lástima, porque en contra de lo que piensan mucho, no tenemos lo que nos merecemos, tenemos lo que la educación de ideologías de izquierdas, han provocado en nuestro país durante décadas. A Felipe González podríamos decirte aquello de “ Cría cuervos y te sacarán los ojos”. El problema es que están pagando justos por pecadores.
La esperanza nos viene de que somos un pueblo muy resiliente, que hemos sabe superar todos los daños que hemos sufrido a lo largo de la historia y ahora no será diferente. Hay que sobrevivir, para recuperar el prestigio y el honor, que se nos ha arrebatado como nación, así como la convivencia social que nos han destruido como pueblo.