El paso del invierno a la primavera es un renacer en la naturaleza, que llega a su punto de inflexión con la entrada del otoño. Un cambio muy brusco, al que los seres humanos no somos ajenos. De hecho la llegada de septiembre, cuando la estación del verano aún da sus últimos coletazos, supone una cuesta, que notan, hasta los flexibles y ágiles niños.

Hace unos años, en asuntos económicos, para las familias se decía que llegaba “la cuesta de enero”. La razón fundamental era que a los gastos adicionales de las Navidades, se sumaban las subidas de los precios de muchos servicios públicos y de todo aquello que tuviese que ajustarse a la inflación del año anterior. Como durante mucho tiempo, sobre todo, antes de formar parte del  euro, la inflación era importante, el impacto en las economías domésticas se notaba mucho. Ahora que hablamos de inflación negativa, las quejas vienen de que los salarios o pensiones no suben, que son los que están más directamente relacionados con ella.

En el presente lo que más cuesta es sobrellevar el mes de septiembre. Pasar del merecido descanso, a la lucha y vorágine diaria no es algo que el cuerpo, ni la mente, hagan con mucho agrado,  sin notar lo mucho que cuesta arrancar de nuevo. Lejos de ser un síntoma de que estamos mal, lo cierto es que se trata de un síntoma muy sano, que refleja que hemos descansado y que nos supone un esfuerzo volver a las rutinas. Pasadas las primeras jornadas, de nuevo deberíamos encontrar ilusión en nuestras ocupaciones. Si no fuese así, algo grave está sucediendo en nuestro interior o en nuestro entorno, lo que nos debe hacer pararnos a reflexionar seriamente, sobre cuáles son los cambios que debemos hacer en nuestras vidas, tanto a nivel personal como profesional, para encontrar el camino que haga nuestra existencia, provechosa para nosotros y para el conjunto de la sociedad.

El descanso logrado, debe ayudarnos a pensar mejor, a tener fuerzas y valentía para hacer los cambios que sean precisos en nuestras vidas. Si creemos que podemos permanecer años sin hacer cambios, estamos muy equivocados. Estamos en constante evolución física, mental e intelectual. Nuestro entorno cambia y todo ello nos influye. Debemos ser flexibles para adaptarnos y cambiar, o por el contrario nos romperemos, por la crudeza de los cambios que estamos viviendo.

A nuestro presupuesto familiar también le cuesta volver. A los gastos adicionales del verano hay que sumar “ la vuelta al cole” de los niños y jóvenes de la familia, con el esfuerzo económico que ello supone. No está demás hacer una autoevaluación, de si hemos sido disciplinados en gastar durante el verano, lo que teníamos presupuestado, o si el por el contrario se nos ha ido la mano. En este último caso, sería bueno ponerse como meta, el ser más disciplinado en los asuntos financieros, porque ya sabemos que aun llevándolos bajo control, es muy complicado llegar a todo lo necesario. Si nos abandonamos, la bancarrota es un futuro más que probable.

La economía empieza a despuntar, las oportunidades irán en aumento, y los cambios serán constantes. Sólo saldrán reforzados los que se arremanguen y con arrojo se entreguen a la provechosa tarea de no perder el tren. Unos tendrán que emprender negocios, otros hacer un control financiero mayor dentro de la familia o la empresa, otros necesitarán un cambio de trabajo o de país, para muchos, el cambio en la forma de ahorrar e invertir, será un imperativo, pero nadie podrá decir que no tiene nada que modificar o mejorar. Quienes así piensen, se habrán dejado llevar por la frase “ eso cuesta mucho” y esa pereza o negligencia, les pasará una enorme factura, porque no están los tiempos para dormirse, ni siquiera en la zona de confort que algunos privilegiados hayan conseguido, si no quieren perderla.

Somos la economía que más crece de la Zona Euro, hemos vuelto a sorprender al mundo con nuestra capacidad de recuperación, Merkel, no duda en apoyarnos cada vez más y en ponernos como ejemplo. Sigamos haciendo bien nuestro trabajo, aunque cueste y con quejas más que justificadas, pero sigamos trabajando, cada vez más y mejor. Así prosperan las personas, las familias y las sociedades.¡ Esto es lo único que no cambia!

Cuidado con los cantos de sirena que dicen lo contrario, cuidado con aquellos a los  que les interesa que la gente pase necesidad en cosas vitales, y aprovecharse de su desesperación para prosperar ellos. A ellos es a los que debemos temer, no a las situaciones complejas, que se resuelven con esfuerzo, humildad, inteligencia e ilusión.