Antes de que estallase la actual crisis, que ya va camino de cumplir cinco años, algunos expertos se aventuraban a decir, que los ciclos económicos se habían acabado, y que estábamos en un proceso de crecimiento de las economías constante.

Si ahora les preguntásemos a esos mismos, por la solidez de sus afirmaciones, seguro que muchos de ellos evitarían la respuesta como si la cosa no fuese con ellos, mientras que otros, volverían a argumentar de lo excepcional de la situación, para posiblemente seguir insistiendo en sus teorías. Eso es lo que tiene trabajar en el mundo de las hipótesis y las teorías, que aunque la realidad vaya por otro lado, ellas siempre siguen ahí, a la espera de que algún día se cumplan.

No obstante a los ciudadanos del mundo real, les importan, y mucho, los ciclos económicos, porque éstos influirán en sus economías particulares de forma contundente. En los últimos veinte años, aproximadamente, cuando la economía dejaba de crecer y el paro aumentaba, los gobiernos de distintos países desarrollados, le daban a la máquina de gastaraumentando su deuda, para de esa manera generar riqueza, y en muchos casos provocar el cambio de ciclo. En nuestro país, en mayor o menor medida, todos los Gobierno lo han hecho. El problema ha sido, que esta crisis ha puesto de manifiesto que usar, y sobre todo abusar, de esa medida, costará décadas de esfuerzo a los ciudadanos para encontrar de nuevo un equilibrio, entre la generación de riqueza y el nivel de vida de cada uno de nosotros. No en vano tendremos que generar riqueza para pagar la deuda históricamente acumulada y tener cierto nivel de vida, que a todas luces será inferior, al vivido en las épocas de excesos y dispendios, hasta que se consiga el equilibrio necesario.

Ante este panorama, que es irrefutable, apliques la teoría económica que apliques, la oportunidad que se nos ha puesto delante, es histórica y apasionante. Con ella me estoy refiriendo al cambio estructural, educacional y en algunos casos existencial, al que los ciudadanos, instituciones, agentes económicos y sociales nos estamos sometiendo.

En anteriores crisis, el camino fácil del gasto público era el de cerrar en falso la crisis que estábamos padeciendo, provocando con ello que la siguiente fuese mayor, y así sucesivamente, hasta llegar a la situación económica más crítica que hemos vivido en décadas. De esta crisis no saldrán la gran mayoría de aquellos, acostumbrados a que el dinero público llegase como el maná, para tapar sus ineficiencias, conductas irresponsables e incluso ilegales. De esta crisis saldrán todos aquellos dispuestos a aprender de los errores del pasado, tanto en el terreno económico como en el político, y por supuesto personal, en cuanto a la gestión de sus asuntos económicos, educativos y financieros.  Si no nos preocupamos cada uno de nosotros de nuestros intereses ¿quién lo va a hacer? ¿El papa Estado? . A partir de ahora bastante tendrá con cuidar de los más desfavorecidos, e intentar generar oportunidades, para que la gran mayoría pueda defenderse por sí misma.

Esta crisis no se cerrará en falso si la administración pública se racionaliza, si la política y muchas instituciones se regeneran, si los ciudadanos toman las riendas de sus vidas y si entre todos,  ayudamos a que las generaciones que vienen detrás, aprendan de nuestros errores para no cometerlos ellos. No obstante, seamos conscientes de que una vez superada ésta, tendremos más, pero que tal vez sean de menor intensidad, porque hemos salido muy fortalecidos de la que ahora padecemos. En nuestras manos está.