Desde que el Papa anunció que renunciará al ministerio petrino el próximo 28 de febrero, muchos se han apresurado a señalar que pasará a la historia, no sólo por ello, sino también por el hecho de tratarse de un teólogo, que ha escrito una obra monumental para el bien de la Iglesia, tanto por su cantidad como por su calidad.

Ante la magnitud de la crisis económica y social que estamos viviendo, en la que se están viendo afectadas de forma dramática las personas más desfavorecidas de la sociedad, el Santo Padre, en el nº 36 de Su Encíclica Caritas in veritate, hace mención a los valores y principios con los que debemos construir un futuro más próspero, al  señalar:” El gran desafío que tenemos (…) es mostrar tanto en el orden de las ideas como de los comportamientos, que no sólo no se pueden olvidar o debilitar los principios tradicionales de la ética social, como la transparencia, la honestidad y la responsabilidad, sino que en las relaciones mercantiles, el principio de gratuidad y lógica del don, como expresiones de fraternidad, pueden y deben tener espacio en la actividad económica ordinaria”

Las palabras del Santo Padre, deben invitarnos a interiorizar nuestras actuaciones en el mundo de la economía y las finanzas, para hacer nuestros esos principios y valores, de manera que los llevemos a la práctica, al tiempo que seremos ejemplo para muchos, de que esa es la forma correcta de actuar, si se busca un bienestar mayor para nosotros y quienes nos rodean.

Quiero llamar la atención de forma especial sobre “el principio de gratuidad en la actividad económica ordinaria”,afirmación que parece incompatible en sí misma, dado que como sabemos  toda actividad económica debe llevar a cambio una contraprestación de algún tipo, como algo intrínseco. Ahora tenemos que añadirle “como expresión de fraternidad”, para entender que nuestra generosidad nos debe llevar a renunciar a compensaciones que serían justas y merecidas, para ayudar a quienes rodean, de una manera u otra.

De forma práctica podemos decir que aplican este principio de gratuidad, todos aquellos que aportan sus conocimientos y experiencia a quienes los necesitan, sin recibir retribución a cambio, reflejo de la frase “ enseñar a pescar en lugar de dar el pez” con una visión clara de fomentar la independencia y responsabilidad de la persona, lo que la hará más libre en la sociedad. También forman parte de este grupo las personas que trabajan más por el mismo salario, menor o inexistente, aceptando de buen grado los sacrificios, en un país que necesita ser reconstruido, pero que no tiene recursos suficientes para pagar a sus ciudadanos todo el trabajo que tendremos que hacer para conseguirlo. Por supuesto, también debemos incluir a quienes hacen donaciones para aquellas causas con las que se sienten más identificados, y que si bien siempre existen, ahora son multitud de ellas las que están esperando la generosa ayuda de quienes se mueven por  el amor al prójimo, tan necesario de unos para con los otros, dado que todos necesitamos de los demás, de una manera u otra y en algún momento de nuestra vida.

Finalmente mencionar que son nuestros niños y jóvenes, los que necesitan ahora de una educación muy sólida tanto en conocimientos técnicos como en valores, que les permitan afrontar el complejo y exigente futuro al que van a tener que enfrentarse, con garantías de éxito. De ahí la responsabilidad colectiva de nuestra sociedad, empezando por los padres, pasando por los educadores y terminando en el mundo de las empresas e instituciones tanto públicas como privadas, para cumplir con éxito ese reto que tenemos.