La frase de que nada será igual cuando hayamos superado la crisis que comenzamos en 2008, parece renovarse y coger fuerza en semanas como ésta, ante hechos históricos como la muerte del presidente del Banco Santander, Emilio Botín. 

Bien es cierto, que este hecho es  fruto del destino, pero sin duda, marcará el futuro del Banco Santander, por el momento crucial en el que se produce, al estar inmersos en esos trascendentes cambios, de los que día a día hablamos. Los retos a los que debe enfrentarse la entidad, en un momento con tantas incertidumbres, nos hacen pensar, que nadie sabe con certeza, cómo será en el futuro, el nuevo Banco Santander.

Hasta hace unos días la estrategia para el futuro, estaba marcada por el mismo hombre que había llevado al banco, a sus mayores logros y esplendor. Ahora, todo es expectación y temor. A nadie se le escapa la gravedad de lo que ha ocurrido, y menos si se analiza la información vertida en los medios, en la que todo son elogios, hacia quien se ha ido y para quien acaba de llegar a la presidencia, de uno de los bancos más grandes del mundo, y por ello con un riesgo sistémico importante. El duelo, el respeto y la prudencia así lo aconsejan. Lo que se abrirá a partir de la semana próxima, es la vuelta a la realidad, el análisis frío y desapasionado de todo lo que suceda a partir de este momento.

¿Cuál será la posición de quienes se oponían a que Ana Patricia fuese la sucesora de Emilio Botín?. El mercado es conocedor de que los inversores institucionales, los minoristas y el propio BCE, nunca vieron con buenos ojos esta sucesión. Los accionistas minoritarios son, posiblemente, el eslabón más frágil de la cadena. Ellos son lo que menos información manejan sobre la realidad de los asuntos del banco, los que se verán atrapados si los inversores institucionales deciden vender sus posiciones, y los que mayor impacto tendrán en sus patrimonios, si la acción sufre caídas importantes en el futuro. No debemos obviar el hecho de que siempre se consideró seguro el tener acciones del Santander, no sólo por el dividendo, sino por la solvencia que el banco ha demostrado. Ello ha hecho que muchos inversores tengan una buena parte de su patrimonio, expuesta al futuro del Banco Santander.

Si algo nos ha enseñado esta crisis, es que la concentración de riesgos en el sector financiero ha sido demoledora para muchos patrimonios, y esa lección deben tenerla en cuenta los inversores. La diversificación es una línea roja que no debería traspasarse nunca, y ahora los accionistas del Santander deben plantearse, si van a seguir apostando por el nuevo Banco, con la misma confianza.

Los otros dos frentes abiertos, en cuanto a confianza y futuro, los tenemos en Escocia y Cataluña. Los primeros ya tienen claro que si deciden salirse de Reino Unido no tendrán la cobertura de la Libra, y que buena parte de las empresas abandonarán el país. Todo ello parece una auténtico suicidio financiero, en un momento tan delicado, para la economía europea. El asunto de Cataluña es algo que nadie sabe hasta dónde va a llegar el ensueño, porque la consulta es ilegal, por mucho que algunos quieran hacer creer lo contrario, o consideren que pueden quebrar el Estado de Derecho, cuando les venga en gana. Lo que está por ver, es cómo reaccionarán las instituciones españolas, si dentro de dos meses, se produce el desafío real convocando la consulta.

En ambos casos estamos hablando de apuestas de futuro, que con orígenes distintos y con consecuencias similares, tendrán ganadores y perdedores. Ambos son asuntos políticos, lo que hace que se “infecten” por intereses ocultos de sus promotores, pero que sin duda, dañarían al eslabón más débil, que son los ciudadanos.