Hasta que llegó el tsunami financiero de 2008, las políticas de gasto, acampaban a sus anchas tanto en el sector público como en el privado. Todos los que defendían tanto dispendio, ya han comprobado, hacia donde ha llevado a las sociedades de los distintos países.

El colapso financiero que vivimos en aquel momento, con la consiguiente crisis económica y sus devastadoras consecuencias, fue contenido por los banco centrales fabricando dinero. De hecho el Banco Central Europeo lo sigue haciendo, e incluso se espera que en diciembre ponga la maquinaria funcionar en su pleno rendimiento. Lejos de ser una buena noticia, por mucho que los mercados los festejen, la realidad es bien distinta.

El propio presidente del BCE ha dicho en multitud de ocasiones, que su política monetaria no es la solución al problema, sino que es una herramienta para ganar tiempo y que los países hagan las reformas adecuadas, para hacer más competitivas sus economías. Las elecciones que ya se han celebrado este año, tanto en Grecia como en Portugal, han demostrado que al pueblo no les gustan las políticas de austeridad y que prefieren votar a quienes, con quimeras trasnochadas, les prometen que volverán los días de vino y rosas. Hacia dónde derivó la tragedia griega, todavía lo tenemos en mente: gente haciendo colas en los bancos casi quebrados, desconcierto y vuelta a los ajustes.

Ahora han sido los portugueses los que han entregado su futuro a la izquierda, y posiblemente tengan doble ración de recortes. No hay que olvidar que han sido un país intervenido, que estaba empezando a enderezar el rumbo y nadie les va a consentir cambiar la senda de reformas y austeridad en la que llevan años.

En nuestro país, en las pasadas elecciones municipales y autonómicas, el resultado ha sido muy parecido a lo visto en Grecia y Portugal, de ahí que en tan sólo unos meses, se hayan multiplicado los gastos de ayuntamientos y Comunidades Autónomas, gobernadas por ideologías de izquierdas, más dadas al gasto que a la productividad y la austeridad. Ahora le tocará al gobierno que salga de las urnas el 20 de diciembre, meter en cintura a quienes sólo saben gastar, bajo la atenta mirada de Bruselas, a quien empezamos a generar serias dudas de que seguiremos por los disciplinados caminos, que han llevado a nuestra economía a ser la mejor de la Zona Euro, pero que ya empieza a pagar, que estamos perdiendo fuelle en las reformas y la disciplina en el gasto.

Que nadie espere que nos vayan a dar ningún trato de favor. La economía mundial no está para dispendios, ni para que se retroceda en el camino avanzado, por mucho que los ciudadanos piensen que cualquier tiempo pasado fue mejor, e intenten con su votos volver a los tiempos de la mentira y el despilfarro. Quienes así piensan, están cegados por una realidad que vivieron, a la que desean volver, pero que no deja de ser una ilusión, porque aquella forma de vivir por encima de las posibilidades, a base de endeudarse irresponsablemente, no fue más que un espejismo. Cuanto antes se despierten mejor, evitando futuras frustraciones e incluso males mayores.