Los resultados electorales del 24M han lanzado el futuro de nuestro país a la deriva, con el riesgo de llegar a un punto de no retorno o de difícil retorno, que dejará más damnificados que todos los últimos terremotos, tsunamis e incluso que la crisis que aún no hemos superado, y que comenzó en 2008.

Palabras como renegociar tipos de interés, quitas selectivas, reestructurar deuda, aumentar el gasto, aumentar los impuestos etc… se están escuchando en boca de quienes aspiran a gobernar los dos ayuntamientos más representativos de nuestro país, así como varias Comunidades Autónomas. Lo que hasta ahora se veía como una amenaza posible, se ha convertido en una amenaza real, que ha frenado en seco el ímpetu del capital extranjero por venir a España y está poniendo en alerta máxima a nuestros acreedores, porque todavía no se ha resuelto lo de Grecia y ahora se teme que España vaya por el mismo camino.

Desafortunadamente la desesperación, el oportunismo y la ignorancia, se han dado la mano, para hundir a España en la situación más precaria que hayamos vivido en décadas, si no vuelven la cordura, la mesura y el sentido de la responsabilidad, de aquellos que aspiran a gobernar el país y los destinos de los ciudadanos.

Resulta irónico e incluso macabro, asistir a un espectáculo de sonrisas, de aquellos cuya única intención es llegar al poder, sea como sea, aprovechando las imperfecciones de nuestro sistema democrático y las consecuencias de los errores cometidos durante años, por quienes hemos elegido y pagado, para gestionar lo público y servir al pueblo. Los unos y los otros, saben perfectamente de dónde vienen y hacía donde van. Los que no lo saben son la gran mayoría de los ciudadanos, que están inmersos en una confusión y desorientación, que hacen que reconducir el rumbo, para salir de la deriva, sea realmente complicado. Todos los que han hecho su trabajo honestamente, tanto en el sector público, como político o privado, se están viendo envueltos por una sinrazón que no han provocado, que van a pagar como los que lo han hecho mal y que tienen un margen limitado, para poder reconducir la situación.

Aquellos que crean que la situación es mala desde el punto de vista económico, que tengan la certeza de que puede empeorar sustancialmente y habrá que luchar mucho, con inteligencia, honestidad, esfuerzo, sentido común y buenas intenciones, para evitarlo.

Tenemos una sociedad con 27% de jóvenes que ni estudian ni trabajan, unos niveles de endeudamiento público y privado insostenibles, un gasto público difícil de mantener, cientos de miles de empresas quebradas y una economía que está luchando por mantener el crecimiento que nos permitiría hacer frente a todos esos males. El sentido común, y nos los conocimientos financieros, nos dice que si se trunca el crecimiento, el abismo es el lugar en el que terminarán la gran mayoría de los ciudadanos y tanto más abajo, cuanto más débiles sean. Tiene poca gracia, reírse de llevarlos al infierno en la tierra, como algunos pretenden.

La esperanza es lo último que se pierde, por eso tenemos varios meses para que esta situación se enderece. Esperemos que tras las decisivas elecciones de noviembre, tengamos un gobierno estable que pueda seguir haciendo reformas y recuperando la confianza, que de nuevo está en entredicho, de que somos un país serio que paga sus deudas, que trabaja honestamente y del que se pueden fiar, los inversores y nuestros socios comunitarios. ¿Estaremos a la altura de lo que nuestro país necesita de cada uno de nosotros?